Romper el aislamiento para mostrar la tragedia
Un documental transmedia busca dar voz a las víctimas de las esterilizaciones forzadas en Perú durante el gobierno de Alberto Fujimori
La sociedad hiperconectada actual hace difícil imaginar lugares del mundo que viven en situación casi de aislamiento. Lugares a los que se accede tras haber viajado varias horas en avión, otras cuantas en coche y algunas más a pie (o en los lomos de un animal). La ubicuidad de las redes sociales hace pensar que estamos enterados de todo lo que pasa en el mundo. Sin embargo, hay gente cuya vida entera se circunscribe a una pequeña extensión de tierra. Casi siempre, se trata de personas en una situación vulnerable: su voz no traspasará las montañas. En el caso de unas moles tan gigantescas como las de Los Andes peruanos, las nuevas posibilidades derivadas del uso creativo de la tecnología permiten, no obstante, dar voz a aquellos que no podían y ahora pueden transmitir su terrible historia.
“Nos han esterilizado a la fuerza. [...] han venido de Zurite enfermeras, [dicen] que nosotras tenemos hijos como cuyes [conejos de indias], y [que] deberíamos esterilizarnos. Y nosotras nos hemos hecho preguntas, '¿y esa esterilización nos va a hacer daño?' Y ellos nos contestaron que no, pero era mentira”. El testimonio, grabado telefónicamente, es anónimo porque María Court y Rosemarie Lerner, codirectoras del Proyecto Quipu, han borrado los nombres para evitar represalias en su pueblo, como limitarle el acceso a ayudas en una región cuyos fenómenos naturales (seísmos, corrimientos de tierra, desborde de ríos) afectan frecuentemente la vida de sus habitantes.
Un quipu era una serie de cuerdas y nudos que los antiguos incas utilizaban para llevar registros contables, pero también una forma de recordar los hechos acontecidos en una cultura que era predominantemente oral. Por eso, el Proyecto Quipu es un documental que busca registrar de forma oral los testimonios de aquellas mujeres que fueron forzadas a esterilizaciones en Perú en la segunda mitad de los años noventa, los últimos con Alberto Fujimori (1990-2000) en el poder.
“No estamos dando voz a nadie”, comenta Court por vía telefónica, “estamos dando una herramienta para que sus voces sean escuchadas en el mundo entero y amplificar su mensaje”. Lo han hecho a través de un documental interactivo que recoge, hasta el momento, 63 testimonios de mujeres y hombres que fueron esterilizados sin el debido consentimiento informado o forzados mediante coacciones. Han sido recogidos gracias a una línea de teléfono gratuita, a la que el afectado llama para contar su historia, y se puede acceder a ellos desde la página web del proyecto.
“No estamos dando voz a nadie, estamos dando una herramienta para que sus voces sean escuchadas en el mundo y amplificar su mensaje”
Court explica que ganaron una subvención para explorar los límites del documental en Inglaterra. Gracias a ello, pudieron desarrollar el primer prototipo de esta idea, con una narrativa transmedia (que utiliza varias plataformas de comunicación y permite la interactividad). Ella y su equipo viajaron a Huancabamba, al norte de Perú, y trabajaron con asociaciones de mujeres del lugar para buscar la mejor forma de transmitir el mensaje. “Con ellas trabajamos el menú de la línea”, recuerda la codirectora del documental. Llegaron a la conclusión de que lo mejor era lanzar una pregunta abierta para que las afectadas pudieran contar su historia libremente. La radio ha sido una buena aliada para anunciar el proyecto a las interesadas en un entorno de aislamiento, pero en el que se puede acceder a un receptor radiofónico y a una línea de teléfono. Sin embargo, “la mayoría de testimonios se ha dado en los lugares a los que hemos acudido físicamente”.
El programa de esterilizaciones comenzó en 1996 y duró cuatro años. Permitía acceder a una ligadura de trompas o la vasectomía a aquellas mujeres y hombres que tuvieran tres hijos o más en las zonas más desfavorecidas de Perú: regiones andinas principalmente, pero también las amazónicas. En total, se operó a 272.000 mujeres y 21.000 hombres. Sin embargo, son muchas las que afirman que se hizo contra su voluntad, mediante engaños o presiones, o poniendo la esterilización como condición previa para acceder a programas de ayudas y alimentos.
Dolor y marginación
“Me trajeron al hospital así por engaño”. “Me escapé tres veces y ellos me seguían”. “Me decían 'no te vamos a dar alimentos porque no quieres hacerte ligar [las trompas]”, aseguran al otro lado de la línea voces de mujeres, algunas en español y otras en quechua. Nada más salir de la operación, las mandaban a casa sin ningún periodo de convalecencia, todavía doloridas. Y, lo que es peor, el dolor se mantenía en el tiempo. “Nuestros esposos nos han marginado porque no valemos ni para trabajar”. El dolor les impide hasta caminar o mantener relaciones sexuales, incluso en casos donde la esterilización fue consentida.
“Nos impresionó, desde las primeras veces que fuimos a trabajar con las comunidades” confiesa Court, “que la funcionalidad que le dieron al teléfono es que, nada más contar su historia, tenían la posibilidad de escuchar su testimonio”. “Escucharse fue un gran ejercicio para ellas”, apunta. Además, “les permitía ensayar futuras entrevistas con el fiscal o afrontar procesos judiciales”.
Unas 2.000 personas denunciaron desde principios de la década pasada, con Fujimori huido de la justicia, ser víctimas de esta campaña. Él y tres de sus ministros de Salud fueron investigados, pero en enero de 2014 se archivó la causa. El movimiento popular consiguió reabrirla y la denuncia debería haberse formulado ya por la fiscal encargada de la investigación, pero ésta ha pedido prolongar el plazo para hacerlo el próximo julio.
Hasta que llegue ese momento, las víctimas solo tienen el consuelo de ser escuchadas. Se han registrado unos 140 testimonios hasta ahora, afirman los responsables, pero necesitan ser editados, traducidos —al español e inglés— y subtitulados, por lo que solo hay 63 publicados en la web. La idea de Court y Lerner es mantener la línea abierta hasta el próximo diciembre. “Fue una política que partió desde el Gobierno hacia abajo, sistemática”, afirma Court, “y no fueron casos aislados sino que había que cumplir cuotas”.
Las esterilizaciones, en campaña
Perú acaba de celebrar la primera vuelta de sus elecciones presidenciales y el fujimorismo ha ocupado un imperturbable primer lugar en las votaciones, con casi el 40% de los sufragios. Sin embargo, tras la celebración de manifestaciones multitudinarias en su contra donde el tema de las esterilizaciones fue uno de los protagonistas, su candidata, Keiko Fujimori, hija del expresidente, se vio obligada en el último tramo de campaña a prometer reparaciones para todas aquellas víctimas de una esterilización forzada. Así dejó constancia, en un debate televisado una semana antes de las elecciones, con un documento de compromiso con siete puntos, entre los que se incluía reparar a las víctimas de la política reproductiva del último Gobierno de su padre. No obstante, hay sectores que le piden reconocer que se trató de algo sistemático y no de casos individuales, como ha afirmado alguna vez, y es que con cuentagotas van apareciendo profesionales médicos que confiesan que se les exigían cuotas de esterilizaciones.
Soy Sandra, vivo en Londres, y quería decirles que he escuchado sus testimonios y que quiero agradecerles a todas y a cada una por tener el valor y las ganas de compartir sus historias
El segundo en las votaciones, el exministro de Economía (durante el mandato de Alejandro Toledo, a principios de la década pasada), Pedro Pablo Kuczynski, ha preferido evitar el tema hasta el pasado marzo, cuando afirmó que las esterilizaciones fueron un crimen contra la humanidad y se comprometió a crear un programa de reparación. Sin embargo, ha sido Verónika Mendoza, del izquierdista Frente Amplio y ya fuera de la contienda electoral, quien hizo de las esterilizaciones una de sus principales denuncias.
A falta de reparaciones, ya se ha dado un primer paso: a finales de 2015 se aprobó la creación de un registro de víctimas para el recuento de todas aquellas mujeres y hombres sometidos a intervenciones sin su consentimiento o con éste obtenido bajo presiones. “Es un paso importante porque las cifras finales no son las que se manejan, hay mucha gente que aún no ha hablado”, señala Court, que advierte de que “es un trabajo arduo y difícil de lograr”, pues requiere de mucho tiempo para ir a pueblos alejados y de puerta en puerta para llegar a conocer el alcance del problema.
Proyecto Quipu no solo recoge la voz de las víctimas, sino que también registra mensajes de apoyo desde cualquier rincón del mundo. “Soy Sandra, vivo en Londres, y quería decirles que he escuchado sus testimonios y que quiero agradecerles a todas y a cada una por tener el valor y las ganas de compartir sus historias para que otras personas, en otras partes del mundo, podamos saber lo que les pasó. Como yo, hay mucha gente que las respetamos y queremos que sus voces sean escuchadas. Muchas gracias”. Hasta el momento, han recibido 39 respuestas. De esta manera, se termina de dar forma a este quipu virtual que ha permitido llevar a todo el mundo una terrible historia ocurrida en uno de los rincones olvidados del planeta.
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