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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El gran engaño de Mitsubishi

La firma japonesa, confesa de manipular las estadísticas de consumo en varios modelos, tendrá que ofrecer dimisiones y aceptar una investigación independiente

Mitsubishi ha tenido el dudoso honor de sumarse a las compañías automovilísticas que han manipulado los parámetros de sus vehículos para presentarse de forma competitiva en el mercado. Su presidente admitió públicamente que la empresa había falseado las estadísticas de consumo de carburante en los modelos eK Wagon, el eK Space, el DayZ y el DayZ Roox. Igual que con Volkswagen (VW), estamos ante un caso de engaño consciente al cliente, aunque de mucho menor alcance (unos 600.000 vehículos, frente a los 11 millones de VW) que no puede zanjarse simplemente con la petición de disculpas, la vaga promesa de compensaciones y la apertura anunciada de una investigación; hay que ir un poco más lejos.

El descubrimiento de una falsificación grave destruye la confianza de los compradores, plantea la duda de si los parámetros calibrados en el resto de los automóviles están igualmente manipulados y cuestiona la fiabilidad de los controles sobre las emisiones de gases que pueden ser soslayados tan fácilmente. Ni en Mitsubishi ni en VW detectaron el engaño. El consumo y la baja contaminación son datos decisivos para los compradores; falsearlos muestra la incapacidad del defraudador para mejorar su oferta con innovación tecnológica.

Mitsubishi debería ofrecer dimisiones —el fraude tiene responsables políticos—, comprometerse a realizar una investigación independiente y compensar a los compradores afectados con cantidades significativas. El precedente de VW no invita al optimismo. Su presidente dimitió, pero la investigación sobre el trucaje informático de los motores no avanza. El acuerdo de la compañía alemana para indemnizar a los compradores estadounidenses con 5.000 dólares por vehículo compensa sólo parte del daño causado. Berlín y Bruselas no han tomado hasta ahora las decisiones adecuadas para que se recupere la confianza en los sistemas de verificación y control. Tokio debe actuar con más contundencia.

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