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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un Congreso ocurrente

La celebración del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes no es una tarea propia del Parlamento

El humorista José Mota, durante su intervención en el homenaje del Congreso a Cervantes.
El humorista José Mota, durante su intervención en el homenaje del Congreso a Cervantes.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

Sus señorías disfrutaron el jueves en el Congreso de una catarata de propuestas para celebrar el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. Una serie de impecables profesionales sirvió en bandeja al clásico y los diputados se ofrecieron encantados a protagonizar una ceremonia que nada tiene que ver con las tareas que la Constitución encomienda a las Cámaras.

Craso error. En ninguna parte está escrito que deba promocionarse a los clásicos de la literatura en el Congreso de los Diputados y resulta cuanto menos chocante, si creemos el mensaje de fondo, que Cervantes se prestara a una tarea tan poco edificante. Porque lo que el jueves se quiso transmitir desde la sede de la soberanía nacional es que en este país el poder y la cultura sintonizan que da gusto, y que todo ese ruido que tantas ampollas levantó sobre el desinterés de los políticos por Cervantes —frente al que muestran, por ejemplo, los políticos ingleses por Shakespeare— es cosa del pasado. Otro lamentable error de responsabilidades que solo sirve para sacar a la luz la inconsistencia de los actuales representantes de los ciudadanos.

Si existe una responsabilidad de los políticos respecto a la cultura es la de velar porque se faciliten las condiciones para acceder, favorecer y contribuir a un mayor conocimiento y disfrute de cuantas iniciativas se produzcan en el campo de la creación. Y el espectáculo del otro día nada tiene que ver con esto.

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Leer es siempre una actividad personal, y el poder debería ocuparse de garantizar que exista esa habitación propia —a la manera de Virginia Woolf— en la que cada cual se encuentra con los clásicos (y los no tan clásicos). El resto no es sino algarabía gratuita y propaganda, dos aspiraciones legítimas que no forman parte de los cometidos del Congreso. Deberían saberlo los diputados. Flaco favor le hacen al país si perseveran en ese afán de convertir la política en una serie de felices ocurrencias para simbolizar sus buenas intenciones.

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