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MIRADOR
Columna
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Prestigio

Si uno es acusado de un delito, no hay nada como mostrar desconcierto e ignorancia

Manuel Jabois
Francisco Granados compareció ayer por videoconferencia, desde la prisión de Estremera, ante la Asamblea de Madrid
Francisco Granados compareció ayer por videoconferencia, desde la prisión de Estremera, ante la Asamblea de MadridEFE/Santi Donaire

Francisco Granados, que ayer declaró desde la cárcel que estaba así por ser del PP, como todos, fue durante un tiempo en el Gobierno Aguirre el hombre amable y dispuesto. Siempre hay uno así, a veces también en la vida. Mabel Galaz y Luis Gómez contaron en este periódico que tal era la proyección benigna de Granados que en una ocasión Esperanza Aguirre lo encerró con Ignacio González en un despacho y ensayó con ellos una importante reunión que tenía con Rajoy; Granados hacía de Rajoy bueno, González de Rajoy malo. Cómo los distinguió Aguirre no se supo nunca.

Esa estructura simpática que era en su momento el PP madrileño se empezó a derrumbar cuando Aguirre se fue quedando sin gente que le hiciese de Rajoy malo y Rajoy bueno, y tuvo que reunirse con él a pelo. Cayó aquello, ante la justicia, entre noticias bizarras como la aparición de 900.000 euros en el altillo del suegro de Granados justificados en un primer momento, con las prisas, de un modo particularmente lúcido: “Habrá sido un ladrón”. Con citas como la de Granados a Marjaliza, donde le dice muy serio que “ya sabes la poca importancia que le he dado yo siempre al dinero”.

Por eso Granados, que alcanzó la fama presidiendo una comisión de investigación (la del tamayazo, implacable), terminase diciendo que él cree que le está pasando lo que le está pasando por ser del PP. Recuerda a Vargas Llosa cuando, al comienzo de su relación con Isabel Preysler, creía que todo el follón era por él.

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El ensayo victimista general es una de las construcciones ficticias menos eficaces de la corrupción. Consiste en hacerse pasar por tonto como García Revenga, por trastornada mental como dijo Alfonso Grau de su mujer ayer mismo, por no enterada como Rita Barberá de lo que hacía su partido a sus espaldas. O directamente por pepero, como Francisco Granados, que ha olvidado el plus que suponía el carné cuando su compañero Baltar, al trombón, cantaba en las fiestas de los pueblos de Ourense “si no eres del pepé, jodeté, jodeté”. De lo que se trata es de hacerse aparecer ante la justicia como oscuros objetivos de una campaña que no se acierta a saber cuál es.

Se ha entendido que el desconcierto y la ignorancia son prestigiosos si uno es acusado de un delito. Como la incompetencia, tener pocas luces y hacerse aparecer como una suerte de chivo expiatorio de los demás. Tíos como Cotino, por resumir, acusados de postrarse ante el Papa mientras ganaban dinero con la Gürtel haciéndole trampas a Dios.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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