Cultura
Es indudable que ETA ha sido un fenómeno político
En el texto que acompaña el programa Tratado de Paz, dentro de la capitalidad cultural de San Sebastián, se anuncia que va a tratarse de ETA, “alejándose del binarismo que ha impedido todo intento de reflexión acerca de este fenómeno, a la vez político, militar y cultural”. Como hay un catalán en la dirección, era de esperar el tonillo “atentos, que por fin os vamos a explicar lo que no entendéis”. Más polémica han despertado los tres calificativos del fenómeno, sobre todo el último. No me parece para tanto. Es indudable que ETA ha sido un fenómeno político, no porque los terroristas sean políticos —ni libres ni presos— sino por haber impedido a los ciudadanos constitucionalistas expresarse políticamente en libertad, por falsear así todas las elecciones democráticas en Euskadi y por servir para hipertrofiar el peso del separatismo en la sociedad vasca. Lo de “militar” sí que es un elogio inmerecido, a no ser que se aplique una variante de la doctrina Colau y se considere militares a los criminales por ir armados tal como se considera criminales a los militares por la misma razón.
El aspecto cultural de ETA es indudable, como fue también cultura el nazismo y lo son ahora la mafia, la camorra, el narcotráfico, el ISIS y los paraísos fiscales. Hay cultura de lo peor como la hay de lo excelso, incluye ángeles y monstruos. Aún más: eso empujó a elegir Donosti como capital cultural para supuestamente cerrar heridas y ahora es la causa última de tantas pirotecnias pacifistas que se nos vienen encima. Hay que compensar de algún modo las complicidades del pasado, el largo desinterés por las víctimas del terror, el reparto de la herencia ensangrentada, el menosprecio por los símbolos democráticos y por quienes los defendieron: o sea, nuestro capital cultural.
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