¿Consulta o coartada?
La doble pregunta no era neutral, sino sesgada en favor de la propuesta de la dirección de Podemos
Más que un referéndum para dirimir entre distintas posiciones, la votación de Podemos era un plebiscito para ratificar la opción previa de no pactar con el PSOE y Ciudadanos. O una coartada para sostener que se intentó todo para evitar otras elecciones: y por ende, un argumento ad hoc para la propia precampaña. Se buscaba legitimar la estrategia de la dirección, y de su líder, Pablo Iglesias, más que apelar a la decisión de las bases.
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Sin embargo, toda consulta concita riesgos. Y movilizar a tantos ciudadanos para una cuestión de partido revela fortaleza. Pero tampoco es cuestión de sobredimensionarla: votó el 37,98%, un quórum bastante inferior al 51,7% alcanzado en una similar consulta interna por el PSOE. Es, por otra parte, un rango de participación que no parece abonar la superioridad de la democracia asamblearia, directa o referendaria sobre la representativa, contra la presunción ideológica del partido.
La doble pregunta no era neutral, sino sesgada en favor de la propuesta de la dirección: se personalizaba en sus líderes la identidad de los partidos aludidos (PSOE y Ciudadanos), de alguna manera banalizando el concierto con ambos; se omitía la opción de una abstención para evitar la continuidad del PP en el Gobierno; se hacía hincapié en la propia tesis de gobierno. Todo entendible, dada la táctica deseada, pero nada aséptico como técnica de consulta.
Con estas premisas es irónico que Iglesias invite al secretario general del PSOE a copiar su convocatoria. Porque al final, lo que ha intentado es dar un nuevo paso, no en una línea de alianza de izquierdas o de pacto anti-conservador, sino en el objetivo de sustituir al partido socialista y sobrepasarle como primer partido de la izquierda.
Si Iglesias hubiese optado por converger con el espacio socialista —y no de absorberlo— habría esperado al menos la respuesta de Sánchez, y de Albert Rivera, a sus 20 propuestas, en vez de romper súbitamente las conversaciones recién iniciadas.También eso, y la subyacente continuidad de Mariano Rajoy en el poder, podrá ser legítimo, pero no es coherente con reclamar rapidez contra las emergencias sociales. ¿O es que no eran tan urgentes?
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