Negros y locas en las telenovelas
La obsesión por hacer del planeta un lugar en el que las minorías no existen es la norma en la ficción latinoamericana
En su monólogo de apertura de los Oscar, el cómico Chris Rock explicaba por qué a los afroamericanos les había tomado tanto tiempo protestar en contra del racismo de la industria cinematográfica estadounidense y del premio más relevante de la misma, o como lo llamó: “The white people’s choice award”. “Teníamos cosas más importantes por las que protestar”. Mientras Rosa Parks era arrestada por no querer cederle su puesto en un autobús a un blanco, lo último que le pasaría por la mente era si en los Oscar de ese año habían nominado a algún negro o cuántos negros habían tenido acceso a un papel en una película, aunque fuera el de esclavo, sirvienta o el de chico sucio de grasa de una gasolinera.
Esta obsesión blanca por hacer del planeta un lugar en el que las minorías no existen es la norma, con la excepción de Brasil, en el mundo de las telenovelas latinoamericanas. Los negros, los homosexuales y los aborígenes han sido invisibles durante décadas, y cuando se les utiliza es para papeles exóticos (brujas, curanderos, nanas videntes, locos) o como comodín cómico. Lo grande es que esta reflexión me golpee tan tarde, frente al televisor, viendo Celia, la telenovela que transmite Telemundo sobre la inmortal cantante cubana Celia Cruz y cuyos productores han definido como serie de ficción.
En una escena filmada a unas cuadras de mi casa en Puerto Rico para simular La Habana de Batista, Celia besa al que será su marido. Dos negros, que además son los protagonistas, también se besan. De allí cortamos a otra escena en la sala de una casa, en la que un criollo blanco le declara su amor a otro hombre, un hermoso mulato que es también familia de la artista. Mi euforia ante estos “adelantos” en el género raya en lo patético, pero ver al culebrón avanzar en esta dirección, tras décadas monocromáticas y heteronormativas, habla de algo, y ese algo me hace feliz.
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