La moqueta
Cibeles es puro teatro. El teatro de la moda dos veces al año, de abrir el informativo y sonreír ante los focos que rápido se apagan
Me contaban en la última fiesta del último rato de la última hora de Cibeles (Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, qué cansado eres, hasta de pronunciar) que la moqueta, como esa que recorre todo el pabellón 14.1 de la lejana IFEMA, tiene capacidades increíbles. Al parecer, ese pedazo de alfombra infinita está hecha con materiales que, no pregunten cómo, hacen que tu paso sea más lento y que tiendas a pararte stand tras stand. Si han estado en ferias saben de lo que hablo. Si han estado en Cibeles, más. Si han trabajado allí, puede que ahora mismo estén llorando de emoción al conocer el porqué de su agotamiento vital.
Teatro. Cibeles es puro teatro. El teatro de la moda dos veces al año, de abrir el informativo y sonreír ante los focos que rápido se apagan. Pero tras los focos hay moqueta señores, mucha moqueta. Dicen que los periodistas tendemos a hablar (demasiado…) de periodismo, de nosotros mismos. Un vicio feo, cierto, pero irremediable y ¡qué diablos! aceptable en una columna: porque lo digo yo. Y no saben lo drama del primer mundo que es la vida del periodista —y no hablemos de la periodista, habitante fundamental— en esa moqueta.
Es la supervivencia. La lucha. Por un ordenador a pedales, por una silla para abrigo/bolso/bolsa de papelotes/libreta/boli, por un café que no esté congelado, por no sentarte más allá de la tercera fila (si no, no somos nadie), por una entrevista no muy manida, por conseguirle una entrada a tu amiga mientras tú buscas huir, por un ticket que te permita un platito de paella a las tres, por caridad (filete plancha, para las maniquíes).
Ánimo, queridas. Ya estamos fuera. En seis meses, más.
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