Redes
En un mundo cada vez más competitivo y en el que todo deja huella, uno tiembla pensando en estos angelitos que suben fotos
Acabo de leer espeluznada que los reclutadores de las empresas, no contentos con filtrar a los candidatos a base de másteres, niveles de inglés hablado y escrito, y preguntas trampa, hurgan ya de forma habitual en el Facebook, Twitter e Instagram de sus candidatos. Y es que uno se hace una idea muy clara de lo que puede esperar de un futuro empleado solo con cotillear sus redes sociales en plan stalker.
No hace falta ser Sherlock Holmes para conocer las veleidades políticas del entrevistado. Con echar un vistazo a su timeline sabrán de qué pie cojea, y si conviene a los intereses de la empresa. También se puede anticipar si el candidato va a llamar muchos viernes diciendo que le ha sentado mal la cena. No hay más que mirar las publicaciones de unos cuantos jueves seguidos, y comprobar si abundan las fotos de parranda en plan amigos para siempre. Si es así, ¡bingo!, absentismo laboral asegurado.
Por último, en los trabajos en los que cuenta el tejido social —en una entrevista nunca se expondrá de manera tan cruda— hay un método infalible: fotos, fotos y más fotos. ¿Veranos en Parla o en Sotogrande? ¿Comillas o Guardamar? Las fotos del verano aportan más información sobre las conexiones del candidato que un tercer grado, aunque este lo hiciera Larry King.
En un mundo cada vez más competitivo y en el que todo deja huella, uno tiembla pensando en estos angelitos que suben fotos. La mirada esperanzada, una mano sujetando una cerveza y en la otra, el signo de la victoria. Ellos no lo saben, pero esa foto puede decidir su futuro.
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