La realidad
Las perspectivas de Iglesias mejorarían mucho, eso sí, si recordara más a menudo que el arma secreta de los soberbios es la humildad
Todo el mundo está empeñado en interpretar la voluntad que los españoles expresaron el 20 de diciembre y cualquier observador imparcial concluiría que somos un país de esquizofrénicos, ya que ni una sola interpretación coincide con otra. La razón es que los deseos jamás se han confundido tanto con la realidad. Y el problema es que la realidad no posee la facultad de cambiar de forma o de naturaleza por resultar irritante para mucha gente. No va a cambiar ni un ápice porque la negativa de Podemos a gobernar con Ciudadanos se califique como un acto de arrogancia y desprecio intolerable, mientras que la negativa de Ciudadanos a gobernar con Podemos se considere una postura coherente, honrosa y patriótica. A mí, Podemos no me da ni pizca de miedo. Me asustan mucho más los exministros socialistas colocados en consejos de administración de multinacionales que exigen una gran coalición. Pero la falta de objetividad que se desborda en multitud de opiniones no logrará que los votantes de Podemos cambien de opción, ni que muchos, demasiados votantes del PSOE, permanezcan fieles a un partido que se arruga ante la posibilidad de formar un Gobierno de izquierdas. Tal vez me equivoque, pero esta es mi propia interpretación de la realidad. Quienes demonizan a un partido que en este momento, guste o no, tiene la sartén por el mango, porque si no entra en el Gobierno crecerá espectacularmente en las próximas elecciones, provocan un efecto contraproducente en los ciudadanos con sentido crítico, cuyo número es muy superior al que calculan las empresas demoscópicas y así les va después, por cierto. Las perspectivas de Iglesias mejorarían mucho, eso sí, si recordara más a menudo que el arma secreta de los soberbios es la humildad.
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