Exposición
El niño del hemiciclo y la niña del ruedo han sido criticados con aspereza por diversos colectivos de grupos artísticos conceptuales
Aunque su origen está en el grupo venezolano Chekales, la semana pasada se presentó en España una compleja obra de arte conceptual con eco mediático. La pieza consistía en una sólida mujer que amamantaba a su hijo en un Parlamento democrático, mientras, en paralelo, un fino mozo faenaba abrazado a su hija en una plaza de toros. La pieza exigía un cambio de roles sexuales y denunciaba la fijeza burguesa de género. Así, el niño y la madre escarnecían la Pietá cristiana en un medio laico, en tanto que la niña y su padre hacían lo propio con el Minotauro en terreno altamente ritualizado.
La Pietá laica se formó sin problemas, aunque uno de los gerentes del arte conceptual caraqueño tomó al niño de brazos de su madre como si quisiera asaltar los cielos. Fue pronto reducido y el niño no sufrió daño. El grupo del Minotauro, en cambio, no pasó apuros. La vaquilla era menos silvestre que los seguidores del grupo venezolano y tenía menos peligro que una bicicleta con sillín infantil.
Diversos colectivos de grupos artísticos conceptuales (todos enemigos entre sí) se lanzaron al día siguiente a criticar con aspereza, unos al niño del hemiciclo y otros a la niña del ruedo. Unos veían un insulto a la dignidad y el sueldo de los diputados compararlos con un bebé que chupaba sin freno, otros aullaron contra la rebaja del macho feminizado por una niña. Se puso de los nervios un cura andaluz, como viene siendo habitual cuando hay criaturas, y denunció, pero sin consecuencias.
Quien desee saber más sobre este tipo de arte puede acudir a El arte expandido, de Mario Perniola, que acaba de aparecer en España. Será imprescindible para los políticos españoles tal y como está el patio.
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