La isla del té esconde una alternativa sostenible
Cada segundo se beben 70.000 tazas de té en el mundo. Esta cifra impresiona y es normal porque hablamos de la bebida más consumida después del agua. En Sri Lanka el cultivo del té es toda una institución. Se empezó a exportar en el año 1847. Hoy en día es el primer país exportador a escala mundial y el té es una de las mayores fuentes de ingreso para la isla.
Por desgracia esto no se traduce directamente en mayores ingresos para los pequeños campesinos, porque el sistema de cultivo más extendido es el de grandes plantaciones propiedad de empresas quienes además han deforestado la isla.
El precio del té es muy volátil. En parte debido a que cada zona de producción fija su propio precio y esto lo hace muy vulnerable a las condiciones locales de la economía, la política o el clima. Por otra parte, el té es un producto sumamente perecedero. No puede conservarse más de un año ni puede ser almacenado más de un día sin seguir un proceso de transformación. Además, la concentración del mercado es muy alta: el comercio es en su mayoría occidental y 4 multinacionales controlan gran parte del mercado del cultivo. Todo ello hace que el precio sea muy dependiente de la oferta y la demanda que controlan estas multinacionales.
El tipo de cultivo predominante es el monocultivo, con sus grandes plantaciones, donde el uso de insecticidas y pesticidas es frecuente. La situación de los trabajadores de estas plantaciones es altamente precaria. En Sri Lanka suelen ser familias tamiles, una de las etnias minoritarias del país, reclutadas durante la colonización para hacer de peones en las plantaciones. Estas familias siguen todavía viviendo en condiciones muy desfavorables: alojadas en barracones rudimentarios, tienen difícil acceso al agua potable y a la electricidad. Cuentan con instalaciones sanitarias inadecuadas y muchas veces sus hijos no van a la escuela sino que trabajan con ellos en las plantaciones.
Pero para convencerles debió mostrarles los beneficios del cambio y fundó SOFA como una asociación que rápidamente debía retornar a los campesinos los réditos de su apuesta. Esta asociación, fundada en 1997, agrupaba en un principio a 183 familias de pequeños productores. Ahora son más de 2.000 familias quienes se benefician del trabajo de la asociación. Están organizadas en diferentes grupos y toman las decisiones de manera totalmente democrática. El cultivo bio dinámico que el Doctor Sarath promovió dio sus frutos, pero era importante preocuparse también de la comercialización del té y de ahí nació la comercializadora y procesadora de té orgánico, Bio Foods.
Cuenta The Doctor que cuando oyeron hablar por primera vez de “comercio justo” se dieron cuenta que ellos ya cumplían con todos los criterios y decidieron probar. Casi 30 años han pasado, la unión del orgánico y del comercio justo han más que superado la prueba, y las familias asociadas en SOFA viven dignamente de su cultivo. Gracias a la prima de comercio justo reciben el apoyo de técnicos agrónomos para mejorar su cultivo orgánico, respetando el medio ambiente y la biodiversidad. La asociación SOFA – Bio Foods permite procesar el té con mucha rapidez y conseguir así un té de calidad que se pueda comercializar a granel o envasado (por ejemplo en bolsita), listo para venderse en las tiendas y supermercados de varios países europeos o, como en España, a través de tiendas de comercio justo Oxfam Intermón.
En las altas montañas de la isla de Sri Lanka, unas cuantas familias han demostrado que existe otra alternativa al monocultivo, una alternativa ecológica, sostenible y socialmente justa. Así, podemos prepararnos un té y bebérnoslo con mucha tranquilidad.
Fotos: Oxfam Intermón
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.