Olé, muñeca
Y vale que tampoco es que Barbie esté gordísima (al fin y al cabo se trata de buscar un modelo saludable), pero tiene caderas. ¡Y tripita! Las tres tienen un cuerpo más real. O por lo menos distinto
Barbie es un símbolo. De la niñez, de la juventud y la rebeldía, de la nostalgia. Barbie tiene 57 años y apenas ha cambiado desde que nació, cuando ya era así. Sí es cierto que su cuerpo ha ido retocándose ligeramente, década tras década, pero solo para adaptarse a las nuevas ropas y, todo sea cierto, para hacerse cada vez más flaca. Más lejana.
Todo cambió hace un par de años: llegaron Frozen y Elsa. Su pelazo y sus manos frías sin complejos la catapultaron al podio de la muñeca más vendida. Y Barbie se quedó atrás. Se vendía menos. No gustaba. Era el blanco de las críticas. Ninguna mujer con dos dedos de frente diría: “Llámame Barbie”. Ninguna niña decía: “Algún día quiero ser como Barbie”.
Pero Barbie cambió. Resulta que nadie quiere una muñequita florero. Como nadie quiere una mujer florero. Lo que quieren es una Barbie veterinaria. O ingeniera. O incluso superheroína. ¿Una Barbie con capa? Pues claro. Es lo que quieren las niñas, y los niños, venga ya. Yo les rogaba a mis amigos sus G.I.Joes, que solo prestaban si había una Barbie implicada en la transacción.
Ahora Mattel, su fabricante, anuncia un hito, no solo en juego: también social. Si las mujeres han cambiado, ¿cómo no iba a cambiar la muñeca más famosa del mundo? Pues sí. Las habrá pequeñitas, de casi dos metros y, quizá las más deseadas, gordas. Vale, no son gordas. Son curvy. Esa palabra trolera y suavona. Y vale que tampoco es que Barbie esté gordísima (al fin y al cabo se trata de buscar un modelo saludable), pero tiene caderas. ¡Y tripita! Las tres tienen un cuerpo más real. O por lo menos distinto. Ya iba tocando.
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