La farsa de Mas
Solo con el apoyo de lo más profundo del partido ha podido hacer el enjuague de subir a Carles Puigdemont a las alturas de la presidencia
Hace casi cuarenta años me presenté como candidato a unas elecciones en las que no conseguí escaño por muy poco. Creo que solo sacaron menos votos que la lista en la que yo iba Joaquín Ruiz Jiménez, Cantarero del Castillo y los trosquistas; quizá Joaquín Estefanía nos hizo la caridad de sacar menos. Les quité votos a Carrillo y a Suárez porque alguna de mis hermanas me votó y mis padres traicionaron su entusiasmo suarista por la llamada de la sangre. Pero eso ya no importa. En todo caso mejor que no ganáramos. La candidatura se llamaba CUP y tenía mucho que ver con la que ahora nos quita el sueño a muchos. ¿A muchos? Yo creo que no a tantos.
No a tantos porque la última parte del “proceso” dividió seriamente las fuerzas de los anticapitalistas. Si se hubieran troceado de otra manera, la cosa no habría llegado donde llegó. Imaginemos que las votaciones cruciales se hubieran celebrado con otro motivo: la disolución del Estado capitalista. Creo que no exagero si digo que el golpe de Estado que dio Artur Mas no habría salido bien si hubiera tenido como motivo la extinción del capitalismo. Ahí, como dicen los catalanes, “poca broma”. Nadie de Convergencia que estuviera en sus cabales habría permitido semejante licencia.
Y ahora los mejores conocedores de la política catalana dicen que solo desde Convergencia se podía haber parido un engendro semejante, que solo el apoyo de lo más profundo del partido ha permitido a Mas hacer el enjuague de subir a Carles Puigdemont a las alturas de la presidencia y quedar él, el propio Mas, con un cargo sin nombre. Pero, con los Pujol enredados en mil procesos judiciales, Mas se ha convertido en lo más “pata negra” de Convergencia.
Cuando el partido central de la política catalana durante décadas sienta que le están tocando las cosquillas del dinero y siglos de guardar el orden en Cataluña, los cupaires van a durar lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Era bonita la idea de ver cómo el capitalismo desaparecía de un país como Cataluña. Pero es más excitante para Mas y los suyos ver desaparecer a los españoles de su vida diaria.
Volver al capitalismo y su desaparición permitiría evitar con más facilidad que la farsa acabara en tragedia.
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