Acabar sin acabar
FOTO: Adrià Goula
El encargo para realizar esta reforma era complejo, consistía en acondicionar una vivienda entre medianeras en un entorno protegido, junto al Monasterio de Sant Cugat, cerca de Barcelona. A esa primera dificultad, de trabajar rozando el patrimonio, sumaba el escaso margen de actuación: los menos de cinco metros de anchura del solar. Finalmente, un desnivel topográfico situaba las dos fachadas de la vivienda en cotas distintas. Ante estos tres condicionantes, el arquitecto Josep Ferrando optó por una intervención radical: construir una casa dentro de otra casa. Levantar un edificio con bloque de hormigón dentro de una vivienda estrecha. Veamos si la audacia fue solo un gesto arquitectónico o sirvió también a quienes debían habitar el espacio (y gastarse el dinero construyéndolo).
De entrada, choca que si uno de los problemas es la falta de anchura del edificio –ahora convertido en solar metafórico- el arquitecto opte por estrecharlo más introduciendo elementos que alejen la casa de las medianeras. Intentemos entender por qué lo hizo.
A un lado, entre la casa nueva y la existente, el arquitecto ubica la circulación, la escalera-aislante-pasillo comunicador entre diversos niveles y espacios. Todo el espacio que queda al otro lado sirve de trastero, para almacenar objetos y mercancías. Esa ambición pragmática se cuela también dentro de la vivienda, donde las paredes están formadas por más estanterías, otro elemento devora espacios que, sin embargo, en este interior camufla también un sistema de panelaje.
En el interior, la madera de pino sin tratar compone una tercera fachada en la que planos de madera colgados de perfiles metálicos en L se comportan a veces como paneles y a otras como estantes. Siempre aportan calidez al espacio interior de una vivienda que, entre bloques de hormigón, estantes de madera de pino sin tratar y fachadas sin retocar se ha quedado sin acabados. Acabar sin acabados, concentrando la fuerza de la intervención en una propuesta espacial resume la voluntad de Ferrando.
Los materiales abandonan la dureza a medida que se alejan de la zona urbana de la calle y se instalan en el corazón de la casa. Sin embargo, la falta de acabados está presente en todos ellos. Tanto como la variación volumétrica que hace que en un casa de dos alturas pueda haber hasta cinco niveles y que remite tanto al Raumplan de Adolf Loos, en la Viena de 1930 como a los últimos experimentos del japonés Sou Fujimoto, rompiendo los forjados de las viviendas. La solución es ingeniosa. No sólo eso, entra por los ojos. Parece tan pragmática como estética. Hace las paces con el patrimonio histórico sin renunciar a la innovación. Tampoco los usuarios parecen haber renunciado a nada, arañando más metros cuadrados que una vivienda al uso.
Precio por metro cuadrado según arquitecto: 1.200 euros
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