Los incendios también vuelven por Navidad
El viento de sur y la escasez de lluvia caída durante el otoño desatan un centenar de fuegos en la cornisa cantábrica
Las altas temperaturas y la sequedad del terreno se alían cada verano para desatar incendios forestales, pero es menos frecuente ver cómo arde el monte a las puertas de la Navidad. La cornisa cantábrica está siendo estos días pasto de las llamas por culpa del viento de sur y la escasez de lluvia caída durante el otoño. Tales elementos meteorológicos —atípicos en estas fechas— han alimentado un fuego que, a menudo, tiene su origen en la quema de rastrojos que realizan agricultores y ganaderos para dejar preparado el terreno a los pastos que brotarán en primavera. Sin descartar, claro está, que algunos incendios puedan haber sido deliberadamente provocados.
La cuestión es que en pleno mes de diciembre, un centenar de fuegos se han concentrado en Asturias, Cantabria, País Vasco y Galicia en un solo día. De este riesgo ya había alertado el fin de semana la Agencia Estatal de Meteorología, que auguraba temperaturas “casi” más altas en Santander que en Almería. La muy baja humedad en el norte de la Península, la gran masa forestal y un viento recalentado que soplaba a 120 kilómetros disparaban las probabilidades de que saltaran chispas. Los expertos llaman a esta combinación de factores el efecto foehn (en referencia al viento del norte de los Alpes) y se origina cuando una masa de aire es obligada a ascender al encontrar una montaña. Lo que en la ladera de barlovento es humedad y precipitación, en sotavento es tiempo despejado y calor. Si este fenómeno coincide con la quema de matorrales en los campos, la tragedia está servida.
Las fiestas navideñas pueden ser un aliado tan inesperado como aciago. Las autoridades han hecho un llamamiento para que se extremen las precauciones a la hora de lanzar al aire petardos, velas flotantes o farolillos voladores. Cuando azota el aire, estos dispositivos es fácil que cambien de rumbo. Sometidos al capricho de los vientos, pueden viajar sin control, aterrizar en zonas arboladas y provocar un siniestro.
Sin contar la oleada de fuegos de diciembre, a lo largo del año se han registrado en toda España más de 10.000 incendios, que han arrasado 75.000 hectáreas de superficie matorral, monte abierto, arboladas, pastos y dehesas. Ante este panorama, las organizaciones ecologistas han reclamado de manera insistente a las Administraciones un cambio de estrategia y más eficaces planes de gestión para luchar contra el fuego.
A la vista de la facilidad con la que, también en invierno, la ceniza cae sobre el monte, es necesario redoblar los esfuerzos en la prevención, una tarea que requiere la colaboración de las autoridades y de los ciudadanos, incluidos agricultores y ganaderos. Mantener el bosque limpio, quemar la maleza cuando no hay peligro a la vista es esencial para no acelerar la degradación del monte y la consiguiente pérdida de biodiversidad. Y, por supuesto, mantener a raya a los pirómanos, que ni siquiera en Navidad descansan.
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