Al fin un Parlamento (casi) paritario
La igualdad entre sexos se abre paso en el nuevo Parlamento. Porque ellas están tan preparadas como ellos y se lo están ganando. También porque se han removido obstáculos: la Ley de Igualdad de 2007, que obligaba a los partidos a presentar al menos un 40% de mujeres en sus listas, por fin va a implicar que en el Congreso y en el Senado se siente efectivamente esa proporción de representación femenina. Se considera paritaria una proporción de 60/40 para cualquiera de los dos sexos porque aspirar al 50% parece demasiado forzado. Pero ese 40 es un listón que nunca había alcanzado en unas elecciones en la democracia española, ni siquiera en las de 2008 y 2012, ya con aquella ley en vigor. Esta vez el objetivo está conseguido o casi casi: son 138 las diputadas elegidas este domingo para la XI legislatura, exactamente un 39,42%. Por fin rozando el ideal, cuando en las legislaturas anteriores el porcentaje real había rondado el 35%. En el Senado ahora se sentarán 86 mujeres, esas sí rebasando la barrera: un 41,6%.
Si le interesan los detalles, vayamos por colores: Podemos ha resultado la formación más paritaria con un 49,3% de mujeres (la mitad menos uno de sus 69 escaños, que incluyen listas con distintas marcas), y el Grupo Socialista tendrá un 44,4% de diputadas. Sin embargo, el Grupo Popular se queda por debajo de esa cifra: un 36,5%. Y Ciudadanos tendrá el grupo menos equilibrado: solo un 20% de mujeres, según datos recopilados por OTR/Europa Press. En el Senado, el PP sí está más equilibrado con un 41,4% femenino, el PSOE no llega y baja al 36,1% y Podemos (junto a sus socios) incumple la paridad pero por tener muchas mujeres: nada menos que el 68% de sus 16 asientos.
Y ¿cómo es posible que si la ley obliga desde 2007 a presentar al menos un 40% de mujeres hasta ahora no se alcanzaba de verdad esa cifra? Pues sobre todo porque ellas no solían ocupar los primeros puestos de las listas, los que salían elegidos, especialmente en las provincias que reparten menos escaños. La norma imponía ese porcentaje a cada tramo de cinco candidatos de las listas: tres y dos. Pero podían ser hombres los tres primeros y mujeres las dos siguientes, por ejemplo. Algunos partidos fueron más allá de lo que aconseja la ley y optaron por la lista cremallera: puestos pares o impares en que se alternan ellos o ellas, respectivamente. Así lo decidieron PSOE e IU, también Podemos aunque hizo excepciones. Aun así podían salir elegidos más hombres que mujeres en las provincias donde una formación, por ejemplo, solo obtenía un diputado (o tres).
Para el Senado, como son listas abiertas, la ley se limitada a recomendar una composición lo más equilibrada posible, y como en casi todos los casos las listas son de tres candidatos (aunque se eligen cuatro por provincia), la proporción entre sexos de los propuestos por cada partido suele ser 2 a 1. Imposible el 40%, salvo que se compense entre provincias el desequilibrio, lo que esta vez sí ha ocurrido.
Una aclaración: en el final de la legislatura anterior, el Congreso alcanzó la cuota del 40%. En concreto terminaron su mandato 148 diputadas (el 42,2%). Pero ello se debió a que en cuatro años hay numerosas sustituciones de personas de dejan vacante el escaño por distintos motivos, y ellas eran más numerosas entre los puestos suplentes (los siguientes de la lista a los que ganaron el puesto). Esta de 2015, entonces, es la legislatura que arranca con un mayor equilibrio entre sexos de la historia de España. El contraste es exagerado en comparación con la legislatura constituyente elegida en 1977: en aquel Congreso solo se sentaron 21 diputadas (el 6% del total). Se ha recorrido un largo camino, en la política y en la sociedad, desde entonces.
Muchos arrugan la nariz ante la cuota femenina. Dicen que las mujeres que figuran en las listas están ahí por imposición legal con menos méritos que los hombres. Olvidan varios argumentos a favor de esta norma: en primer lugar, que el Parlamento debe representar a la sociedad tal y como es, así que igual que recoge la diversidad territorial tiene sentido que lo haga entre géneros. Pero el principal argumento es que el peso de una tradición machista ha relegado a las mujeres en todo tipo de organizaciones, los partidos políticos también. Buena parte de los hombres tienden a pensar en otros hombres cuando tienen que repartir responsabilidades. O dan por supuesto que las mujeres se entregarán menos (el peso de la maternidad aunque sea hipotética) a una profesión que exige plena dedicación. Factores como estos son los que ha provocado la llamada invisibilidad femenina: a ellas no se las ve. Es decir, sí tienen iguales méritos, pero pasan más desapercibidas, dentro de sus partidos y en la escena pública. Los datos demuestran que hay más mujeres universitarias que hombres, un 54% del alumnado y un 57% de los titulados, pero se constata que los mejores empleos se los siguen llevando los varones. Si las mujeres están tan bien formadas o mejor... ¿qué explica que no ocupen el lugar que les corresponde? Pues que no se esfumará en unos pocos años una inercia que ha durado siglos (o milenios), según la cual el poder era masculino y el espacio de la mujer era el doméstico.
Un factor para el optimismo: el empuje de cada vez más políticas está rompiendo prejuicios. Aunque todos los candidatos a la presidencia del Gobierno de formaciones nacionales eran hombres, en el ámbito autonómico o municipal van cambiado las cosas. Los gobiernos autonómicos de Madrid y Andalucía, dos de las tres regiones más pobladas, tienen al frente a Cristina Cifuentes y a Susana Díaz; los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, las dos mayores urbes del país, tienen en la alcaldía a Manuela Carmena o Ada Colau. Ya hemos visto que las leyes de paridad no ayudan a conquistar el número 1 en ninguna lista: eso depende solo de la valía y el tirón en el electorado. Hoy se ve a mujeres en altos cargos con una normalidad que ni soñaban los padres de la Constitución.
Este artículo de Pablo Simón, de Politikon, le dará algunas claves sobre la presencia femenina en las listas electorales, un factor que tiene influencia también a la hora de ganarse el voto de las mujeres. El reparto de escaños de este domingo parece confirmar la idea de que las formaciones de izquierda son más sensibles a una representación equitativa que las de centro-derecha. Frente a los Gobiernos paritarios de José Luis Rodríguez Zapatero, en los de Mariano Rajoy solo ha habido un 28% de mujeres (y en la misma cifra se repartieron los altos cargos en general). El caso de Ciudadanos es sorprendente: sus listas son las más desequilibradas a pesar de que en otros comicios había apostado por mujeres en plazas clave como el Ayuntamiento de Madrid o la Generalitat de Cataluña. Pero, como en el PP, que haya cierto número de mujeres como cabezas de lista no implica una lista equilibrada. Esta vez Ciudadanos no solo infravaloró la presencia femenina sino que cometió un traspié para ganarse la simpatía de esa mitad de la población cuando cuestionó la ley contra la violencia de género, precisamente cuando más sensible es la sociedad al drama de los asesinatos machistas (más de 50 víctimas mortales este año). Importa mucho incluir a mujeres pero también ser capaz de escuchar lo que preocupa a las mujeres.
¿Queremos una sociedad más equilibrada? Las cuotas, cuanto menos en la representación política, hacen mucha falta. Ojalá no fuera así. Y empieza a ser importante que al fin se cumplan. O casi.
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