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Coordinado por Lola Huete Machado

No llega el gobierno de unidad a Sursudán

El presidente de Sursudán, Salva Kiir, y el líder rebelde Riek Machar, en la firma de los acuerdos de paz en Addis Abeba el 9 de mayo de 2015 / Foto VOA
El presidente de Sursudán, Salva Kiir, y el líder rebelde Riek Machar, en la firma de los acuerdos de paz en Addis Abeba el 9 de mayo de 2015 / Foto VOA

Cuando se cumplen dos años del inicio de la guerra civil en Sursudán, la Comisión conjunta de seguimiento y evaluación (JIMEC), el organismo establecido por la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo de África oriental (IGAD) para supervisar la implementación del acuerdo de paz en Sursudán, ha comenzado sus trabajos.

El pasado mes de mayo durante las conversaciones de paz mantenidas en Addis Abeba, el presidente sursudanés Salvar Kiir y el líder rebelde Riek Machar acordaron formar un gobierno de unidad que dirigiera al país hasta la celebración de elecciones. También firmaron un alto el fuego. Las dos desiciones están lejos de ser una realidad cuando ya se ha superado la fecha acordada para su implementación.

Desde un primer momento el IGAD se posicionó como garante de los acuerdos y amenazó con sanciones a quienes los violasen.

Este fue uno de los puntos más difíciles de aceptar por parte del presidente Kiir ya que Marchar, que siendo vicepresidente del país se había enfrentado a él e iniciado el actual conflicto, tendría que ocupar la posición de primer ministro. Finalmente, el acuerdo de paz se firmó en agosto de 2015 y fue analizado en detalle en estas mismas páginas.

El pasado mes de noviembre, Naciones Unidas expresaba su escepticismo sobre la posibilidad de que se formase el gobierno de unidad y acusaba a ambas partes de haber estado armándose desde el mismo momento en que se firmó la paz.

Taban Ndeng, principal negociador por parte de los rebeldes, desmentía esta información en Addis Abeba, afirmando que ellos no tenían ninguna intención de continuar luchando. Por su parte, el ministro de información del gobierno sursudanés, Michael Makueni, realizaba declaraciones similares.

Lo cierto es que en el norte del país, en los estados de Unity y Upper Nile, en ningún momento han cesado los combates entre los dos grupos, los cuales han resultado en graves perjuicios para la población civil, principal víctima de ellos.

Este conflicto armado comenzó en diciembre de 2013 cuando se produjo una ruptura entre el presidente Kiir y su vicepresidente Machar. En estos dos años más de 10.000 personas han muerto y miles más ha tenido que dejar sus hogares y buscar refugio en otras ciudades o en los países vecinos.

Expertos de Naciones Unidas acusan a las fuerzas gubernamentales de disparar sobre civiles que huían, quemar casa y secuestrar a mujeres y niños. También registraron más de 50 violaciones solo en octubre.

Igualmente, el Mecanismo de seguimiento y verificación de la IGAD recoge en su último informe, publicado a principios de diciembre, violaciones del alto el fuego por ambas partes en los estados antes mencionados .

Otro elemento que ha hecho dudar de que las dos partes tengan la intención de implementar el gobierno transitorio de unidad nacional es que la fecha fijada en los acuerdos de paz para su puesta en marcha era el 26 de noviembre y a la fecha que estamos no parece que se hayan hecho avances significativos.

Pocos días antes de que se cumpliera ese límite se inauguraron los trabajos de la JIMEC en Juba, capital de Sursudán, con una reunión en la que se habló de la posibilidad de que para mediados de diciembre el nuevo gobierno estuviera funcionando; sin embargo, una vez más los acontecimientos parecen desmentir esa posibilidad.

Este encuentro tuvo lugar después que las dos partes indicasen que la constitución del gobierno de unidad nacional podría retrasarse aún más debido a que no se están cumpliendo los plazos establecidos en el acuerdo de paz.

Además, el gobierno sursudanés afirma que todavía no está en disposición de recibir a los miembros del Sudan People’s Liberation Movement-In Opposicion (SPML-IO), siglas bajo las que luchan los rebeldes seguidores de Machar.

Un grupo de 500 personas pertenecientes a este movimiento, encabezado por Taban Deng, debería haber llegado a Juba el 15 de noviembre, para preparar la llegada de su líder, Riek Machar, y garantizar su seguridad.

El gobierno pidió que se retrasara la llegada con la excusa de que debía preparar el alojamiento de esas personas y su traslado hasta la capital y propuso la fecha del 26 de noviembre. Hoy todo sigue en el aire.

Con antelación, en un seminario sobre seguridad que tuvo lugar en Addis Abeba entre el 21 de octubre y el 3 de noviembre, se acordó que 4.830 soldados pertenecientes a ambos bandos (3.420 al gobierno y 1.410 a los rebeldes) sean desplegados en Juba, mientras que el resto de las tropas serán acomodadas en distintos cuarteles y campos militaras en un radio de 25 kilómetros alrededor de la capital.

También se decidió establecer una fuerza integrada de policía formada por 3.000 miembros, 1.500 por cada bando. Y 400 efectivos en cada una de las ciudades de Bor, Malkal y Bentiu, en las zonas donde se ha estado combatiendo hasta el último momento y donde los distintos partidos políticos todavía tienen que firmar los acuerdos de paz, al no ponerse de acuerdo sobre cuál de ellos debe ser el primero en hacerlo.

De ahí que el trabajo que tiene que realizar la JIMEC sea muy delicado. Esta comisión está presidida por el ex presidente de Botsuana, Festus Mogae que desde un primer momento ha hecho un llamamiento a las partes pidiendo su cooperación para que el proceso de paz pueda implementarse.

Pero no parece que ninguna de las dos le preste demasiada atención. Naciones Unidas sigue informando de continuas violaciones del alto el fuego por ambas partes.

Otro elemento que ha entrado en juego en las últimas semanas ha sido la aprobación por parte del parlamento de una ley que permite al presidente nombrar a los gobernadores de los estados y a los miembros del parlamento durante el periodo de transición, lo que añade un nuevo obstáculo al proceso de reconciliación.

Así las cosas, se entiende que la implementación del acuerdo de paz de Sursudán esté todavía muy en el aire. Las diferencias internas y los intereses encontrados lo hacen peligrar y explican que cada vez se vea más lejana la posibilidad de formar el gobierno de unidad y con él empezar a implementar el acuerdo de paz lo que aliviaría mucho la vida de miles de sursudaneses.

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