Sursudán se pone de acuerdo
Obama reunido con líderes africanos para hablar sobre Sursudán. Foto Reuters.
La visita del presidente estadounidense Barack Obama al continente africano, a finales de julio, ha conseguido poner de acuerdo a las dos partes enfrentadas en el conflicto que desgarra a la nación más joven de la tierra desde hace casi tres años.
Tanto el gobierno del país, liderado por el presidente Salva Kiir, como los rebeldes leales al ex vicepresidente Riek Machar protestan ante las amenazas de sanción que salieron de la reunión del mandatario norteamericano con los líderes de la región con el objeto de poner fin a la contienda. Encuentro al que las partes en conflicto no fueron invitadas.
Frente a las propuestas regionales de una intervención armada para terminar con la guerra en Sursudán, Obama defendió el poder del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para imponer sanciones internacionales contra los individuos y organizaciones involucradas en la contienda. También utilizó gran parte del encuentro tratando de convencer a Uganda, que apoya abiertamente al gobierno de Juba, y Sudán, que financia a los rebeldes, de que obliguen a sus aliados a deponer las armas. El presidente estadounidense también sugirió la fecha del 17 de agosto como el plazo final para alcanzar un acuerdo de paz.
Salva Kiir y Riek Machar se han opuesto a la imposición de sanciones y plazos alegando que la búsqueda de la paz es un proceso y no tienen nada que ver con tempos y apuestan por continuar con las actuales negociaciones.
Sin embargo, Obama, en su discurso ante la Unión Africana en Addis Abeba, dijo que “no hay tiempo” y que las “partes contendientes tienen que llegar a un acuerdo de paz”.
En los últimos años, los dos bandos han firmado diversos tratados de paz que nunca han sido cumplidos.
Según el New York Times la situación en Sursudán se ha vuelto tan sombría que los funcionarios de la Casa Blanca tienen pocas esperanzas de que el acuerdo se produzca. De ahí que el propio presidente, que rara vez se involucra en las negociaciones de paz dejando el trabajo a los negociadores, intentase convencer a los líderes de la región de la necesidad de implicarse más a la hora de encontrar una solución al conflicto.
En los últimos meses la frustración del gobierno estadounidense se ha ido incrementando. El país norteamericano invirtió mucho esfuerzo y dinero en la creación de Sursudán y su nacimiento, en 2011, fue uno de los principales logros de la política africana de Obama.
Susan Rice es un ejemplo de la desilusión que envuelve a la Casa Blanca. En 2011 era la embajadora de su país ante las Naciones Unidas y representó al presidente en las celebraciones de la independencia en Juba. Cuatro años más tarde, ahora como asesora de seguridad nacional de Obama, Rice ha enviado un vídeo a los sursudaneses, con motivo del aniversario de la independencia, en el que dice “me rompe el corazón ver en lo que Sursudán se ha convertido hoy”. Quizás la afirmación más novedosa de este discurso sea el que un miembro de la administración norteamericana acuse abiertamente al presidente Kirr de ser el responsable directo de este nuevo desastre.
La afirmación de Rice no nos debe sorprender si miramos detenidamente las raíces y el desarrollo del actual conflicto. Como ya decíamos con motivo del segundo aniversario del mismo, durante la larga guerra de independencia entre el Norte y el Sur, Estados Unidos impuso sanciones y embargos al gobierno de Jartum como parte de su política de apoyo al de Juba. Estas tuvieron serias consecuencias sobre la economía de Sudán. Consecuentemente, el presidente del país, Omar al-Bashir, pidió ayuda a China, Irán y, en menor medida, a Rusia para superar la situación.
China, que en aquel momento se encontraba buscando el petróleo que necesitaba para su despegue económico, se convirtió en el principal socio comercial de Sudán comprando el 78 % de su producción de crudo. También construyó el oleoducto para el transporte del mismo desde los campos del sur al puerto de Port Sudan, en el mar Rojo.
Las empresas petroleras estadounidenses no pudieron soportar el monopolio chino en la zona y presionaron al gobierno de Washington para acelerar la independencia del Sur, donde se encuentran más de la mitad de las reservas de petróleo de la zona, con la intención de cambiar la situación a su favor.
En 2011, tras la independencia de Sursudán, y a pesar del gran apoyo económico y militar que los Estados Unidos habían proporcionado al nuevo país, los contratos permanecieron como estaban, es decir que la mayoría del crudo del Sur seguía en manos chinas. En diciembre de 2013, a pesar de las presiones y amenazas de Washington y de las petroleras estadounidenses, la situación se mantenía igual, lo que provocó nuevas quejas de la Casa Blanca ante el presidente Salva Kiir, el cual siguió ignorándolas.
Para defender sus intereses, visto que Kiir no les servía, no es de extrañar que Washington, siempre empujado por sus compañías petroleras, buscase un nuevo líder que inclinase la balanza a su favor. Este se le presentó en la figura del vicepresidente del gobierno, Riek Machar, que enseguida se puso manos a la obra. La defensa de intereses opuestos sería lo que llevó a Kiir a prescindir de su vicepresidente en julio de 2013. Meses más tarde, el político depuesto lanzó un intento de golpe de estado con el que daba comienzo el nuevo conflicto.
Evidentemente, Estados Unidos no apoyó abiertamente la rebelión que tuvo su inicio el 15 de diciembre de 2013; hizo un débil llamamiento al diálogo y envió unos 100 soldados a apoyar al gobierno de Jartum. Sin embargo, por debajo siguió manipulando y nunca condenó la acción tomada por Machar como tal. Otro hecho muy significativo que pone en evidencia el doble juego estadounidense es que contrariamente a lo que suele ser su política habitual en otros conflictos, hasta el momento Washington no ha impuesto sanciones ni embargos de armas en este caso.
La acusación directa de Rice y la impaciencia y amenazas de Obama marcan una nueva etapa en este conflicto. Posiblemente, ello tiene que ver con la necesidad del presidente estadounidense de demostrar una posición de liderazgo frente a China, lo cual ha sido uno de los principales objetivos de su reciente viaje a África.
A pesar de que en los últimos meses se han intensificado los combates en el norte del país, donde se encuentran la mayoría de los yacimientos petrolíferos o de que miles de personas estén amenazadas de hambruna, parece que, por ahora, lo único que ha conseguido Obama es unir a las dos fracciones en litigio en el rechazo a sus propuestas.
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