25 museos de ciencia donde el aprendizaje fluye
Sus hijos no se cansarán en estos centros del saber. He aquí un recorrido por los más fascinantes de España
El pionero fue el físico Frank Oppenheimer, hermano de Robert, quien dirigió el Proyecto Manhattan para la fabricación de la primera bomba atómica. La obra de Frank no fue tan mortífera, pero tuvo su impacto: la creación de The Exploratorium, en el San Francisco de 1969. Era el primer museo de ciencia interactivo, una idea revolucionaria en la que se enseñaba la ciencia mostrando los fenómenos naturales de primera mano. Mitad museo y mitad laboratorio.
Actualmente, la idea de “prohibido no tocar” se extiende por museos científicos de todo el planeta. “Hoy en día debe de haber unos 15.000 museos interactivos en el mundo, en Europa son más de 1.500”, calcula el físico y divulgador Manuel Toharia, director científico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia (que acaba de publicar Historia mínima del Cosmos con la editorial Turner). “Son espacios que enseñan la ciencia de manera no reglada, como un fenómeno observable. Importan más los conceptos que la historia de esta disciplina. Y tienen mucho éxito allá donde se encuentran”, continúa.
En estos entornos se puede cacharrear con bolas, péndulos, experimentos ópticos, hidráulicos o eléctricos, muchos tienen planetario, observatorio astronómico o experiencias con animales, como mariposas, reptiles o aves rapaces. Se aprende y son muy divertidos, por eso siempre prestan una atención especial a los niños, cosa importante para amueblar cabezas, generar pensamiento crítico y crear vocaciones científicas. “Son espacios que generan preguntas que muchas veces no se resuelven dentro del propio museo: te llevas esas dudas a casa y se ponen en marcha nuevos mecanismos mentales”, dice Toharia. “De estos lugares no salen científicos formados, claro está, pero, aunque muchos de los visitantes tomen otros derroteros vitales, conseguimos aumentar el nivel cultural de la población, especialmente en ciencia y tecnología, temas centrales en nuestra sociedad”.
Como siempre se ha hecho
Existen también museos más tradicionales, instituciones con solera en las que no se puede tocar demasiado, pero que son igualmente interesantes. Por ejemplo, el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, con su nutrida colección de animales disecados; el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, que hace un repaso por la historia del instrumental científico y la tecnología y ahonda en el mundo biotecnológico en una exposición temporal; o el Real Observatorio Astronómico de Madrid, con un gran telescopio de William Herschel, en el que se realizan visitas guiadas.
A continuación, una muestra de los diversos museos científicos españoles que visitar estas Navidades. Porque no hay mejor forma para aprender que por medio de la experiencia, y si es divertida… ¡Mucho mejor!
El reino del roedor gigante
La capibara, el roedor más grande del mundo (tiene el tamaño de una oveja), es el protagonista de la sección estrella de CosmoCaixa Barcelona. Vive en un espacio impresionante, un bosque amazónico semihundido de más de 1.000 metros cuadrados, como en un acuario gigante, en el que los visitantes del museo pueden observar lo que pasa bajo el agua y sobre la tierra en aquellas latitudes. La capibara, que hace las delicias de los espectadores cuando se zambulle en el agua, tiene vecinos: caimanes, pájaros sol, anacondas, hormigas cortadoras de hojas, ranas venenosas y más de 100 especies vegetales. CosmoCaixa ofrece además un muro geológico, un planetario 3D, actividades para niños y exposiciones temporales. Las actuales tratan sobre el acelerador de partículas del CERN, las drogas o la hipotética vida en la Tierra en el año 2100.
La atracción es la ciencia
El Parque de las Ciencias de Granada más que un museo es un gran parque de atracciones en la que la atracción principal es la ciencia. Tiene 700.000 metros cuadrados en los que hay conocimiento por doquier: desde los experimentos de física hasta los relojes de sol, desde el laberinto hasta el mariposario, desde el planetario hasta el viaje alucinante por el cuerpo humano, desde el péndulo de Foucault hasta las teorías de Einstein o Darwin. Actualmente las exposiciones temporales tratan sobre el Titanic, las momias y las enfermedades del órgano más grande de nuestro cuerpo: la piel. Las preferidas de muchos son las aves rapaces, que los biólogos y cetreros del parque echan a volar. Ahí se pueden conocer a los búhos reales, los halcones, las lechuzas, las águilas y hasta a los buitres, que aquí no resultan tan siniestros.
Las Vegas de los museos científicos
Si estos espacios fueran casinos, A Coruña sería nuestro Las Vegas español. En esa ciudad se concentra tal vez la mayor cantidad por habitante de museos científicos en una sola urbe. “Tres casas para vivir la ciencia” es su lema compartido. Son: Casaciencia, un museo científico de estilo clásico (planetario, experimentos de física, etc.) pionero en España en este asunto; el Domus, dedicado al ser humano en sus aspectos genéticos, evolutivos y biológicos en general (lo alberga un imponente edificio del arquitecto Arata Isozaki); y el Aquarium Finisterrae, junto a la Torre de Hércules. Este último tiene una sala sumergida en el mar, el Nautilus, que recrea el gabinete del capitán Nemo, y el Maremagnum, formado por 60 módulos que explican todo lo que hay que saber sobre el mar, allí vive una colonia de focas comunes.
En A Coruña también tiene una sede, además de la madrileña, el Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología, donde aparte de exposiciones temporales, está la sección delantera del Boeing 747 que trajo el Guernica a España o el primer acelerador de partículas diseñado y fabricado por la Junta de Energía Nuclear en 1957.
Cromosomas que le sacan una cabeza
Un espectacular complejo de Santiago Calatrava y Félix Candela alberga la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia. Allí dentro hay una nutrida oferta de divulgación científica en el Oceanogràfic, un gran parque marino en el que sumergirse en las profundidades; el Hemisfèric, donde se proyectan películas en 3D, y el propio Museu de les Ciencies, que es depositario del legado de Severo Ochoa, del que muestra una parte en exposición permanente. Además de la habitual sección interactiva y un Bosque de Cromosomas (se representan los 23 pares a gran escala), con más de 2.300 metros cuadrados dedicados a la secuenciación del ADN, tiene en la actualidad exposiciones temporales sobre la historia y evolución de las bicicletas, las hormigas o la biomecánica.
Mucho más que tocar
Para no dejar demasiado en el tintero, abría que citar: el Museo Jurásico, en Asturias; el Museu de la Ciència i de la Tècnica, en Cataluña; el Museo de la Ciencia y el Agua, en Murcia; el Museo Elder, en Gran Canaria; el Museu Blau, en Barcelona; Dinópolis, en Teruel; el Museo de las Ciencias y el Cosmos, en Tenerife; el Centro de Ciencia Principia, en Málaga; o el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, en Cuenca.
Cómo el hombre vino del mono
Muy cerca del yacimiento de Atapuerca, en Burgos, está el Museo de la Evolución Humana, en el que se narra la aventura biológica que llevó hasta la aparición de los humanos, el Homo sapiens. En su exposición permanente pueden verse fósiles provenientes de Atapuerca, como los del Homo antecessor, especie homínida de hace 850.000 años; el bifaz Excalibur, uno de los primeros signos de inteligencia; la pelvis Elvis, una de las piezas más importantes encontradas; o el cráneo de Miguelón, un Homo heidelbergensis, bautizado así en honor a Miguel Induráin.
Montañas rusas y cartógrafos
Del ábaco a la smartcity, una muestra temporal recorre en viñetas la historia de la informática en el Museo de la Ciencia de Valladolid. Su sala Espacio 41º 4º está dedicada a la ciencia de la cartografía y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, al otro lado de un puente, se encuentra La Casa Del Río, donde terrarios, acuarios y módulos interactivos explican el ecosistema fluvial. Otro museo canónico como este es el de San Sebastián, llamado Eureka! Allí tienen una reproducción de Gipuzkoa en miniatura, simuladores de Fórmula 1, montaña rusa o avión, planetario, zona de ecosistemas y animales, salas interactivas y hasta un observatorio astronómico. Para conocer más el firmamento hay otras dos visitas ineludibles: los planetarios de Madrid y de Pamplona.
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