Jacqueline de Ribes, la nariz perfecta
El Costume Institute del Metropolitan de Nueva York inaugura una exposición dedicada a la aristócrata musa de Richard Avedon y Saint Laurent
"Siento pena por las casi bellezas de nariz pequeña", decía el fotógrafo Richard Avedon para alabar el majestuoso perfil de la Condesa Jacqueline de Ribes. La primera imagen y la más icónica que tomó de ella en 1955, animado por Diana Vreeland y resaltando su "nariz perfecta", abre la exposición que le dedica el Anna Wintour Costume Institute a esta mujer icono de elegancia europea y se cuela entre las galerías del arte egipcio del Museo Metropolitan de Nueva York. Una perfecta casualidad, porque el busto de Nefertiti fue la inspiración directa para su habitual pose de barbilla erguida, y la creación de un maquillaje que aún ni existía y alargaba sus ojos almendrados.
Ocho años le ha costado a Harold Koda, comisario del Metropolitan de Nueva York, sacar adelante la exposición Jacqueline de Ribes. The Art of Style que se inaugura el próximo 19 de noviembre. “Y la mayoría de esos años los pasé convenciendo a Jacqueline para organizarla”, recordaba delante de los más de 60 vestidos de alta costura y conjuntos de prêt-à-porter, de 1962 a la actualidad, que han seleccionado del armario parisino de la Condesa donde guarda una colección que supera las 400 piezas.
"Jacqueline no estaba segura de que sus ropas la representaran, ni de que hoy se valorara la elegancia por encima de ser sexy", continuó el comisario. Pero Koda insistió. Tenía una idea como clara. Quería, como hizo con Iris Apfel, "redescubrir al gran público y a las nuevas generaciones a un icono de la elegancia del siglo XX", a alguien que ha sido musa de Emilio Pucci, Yves Saint Laurent y Valentino; fotografiada por Avedon, David Bailey, o Cecil Beaton. Uno de los 10 "cisnes" de la aristocracia internacional, según Capote. "Quería hablar de la Condesa que ha sido portada de revistas y protagonista de grandes fiestas; pero también de la mujer privada: de la que ya descubrió su instinto por la moda y su intuición para la creación a los seis años, mientras su abuela recibía a sus modistos", dice Koda.
Para captar las dos facetas, la exposición proyecta imágenes privadas (con su familia), y públicas, con amigos como Oscar de la Renta o Audrey Hepburn, de la vida de la Condesa ataviada con vestidos diseñados por Saint Laurent, Ungaro o Balenciaga, pero siempre "reinventados" por ella. Mucho antes de que fuera algo habitual, Jacqueline de Ribes mezclaba estilos y prendas. Encargaba un vestido de alta costura al que le añadía un lazo, volantes, un body de terciopelo o le agrandaba las mangas. Por eso su estilo es único e intemporal. Los caftanes y túnicas de los sesenta o los vestidos de volúmenes de los cincuenta los hacía suyos hasta convertirlos en piezas que podrían verse hoy en alfombras rojas.
"Cuando era pequeña, había dos mujeres a las que admiraba. Una era una amiga de mi madre embajadora. La otra era Coco Chanel. Parece que siempre quise ser diseñadora", se lee en la pared de la exposición entre otras famosas frases suyas. Hija de los Condes de Beaumont, nacida en 1929, se casó a los 19 años con su único marido, el Conde Édouard de Ribes. A pesar de gozar de la libertad y recursos para comprar todos los vestidos de alta costura que quiso, en su mundo aristocrático no se aceptaba que una mujer se dedicara a diseñar o vivir de su creatividad. Por eso, Jacqueline de Ribes la ejerció solo sobre su propio armario hasta que en 1982, con la bendición de su marido y el apoyo de sus amigos diseñadores, abrió su propia casa de modas.
De esos años hay una buena muestra de vestidos de gala en la exposición, aunque son los que ideó para los bailes de máscaras los que merecen una sala aparte. Jacqueline de Ribes "era la última reina de París", según Valentino. El alma de todas las fiestas. Y en esta ocasión se perderá la primera dedicada a ella en años. Tras los atentados de París, la aristócrata que pensaba viajar a Nueva York para la inauguración y una cena en su honor, canceló el viaje por respeto a las víctimas, "esperando que la exposición represente la alegría asociada con la libertad de creación".
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