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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El joven Felipe IV de Rubens sale de su extravío

Un retrato del gran maestro flamenco será subastado en Madrid

José Andrés Rojo
Retrato de Felipe IV, de Rubens.
Retrato de Felipe IV, de Rubens.BELTRÁN DE LASSALETTA

Hay algo grave, severo, en el rostro de Felipe IV que Rubens recogió en el retrato que dentro de poco será subastado despues de haber permanecido cincuenta años perdido. El joven monarca, que tenía entonces 23 años, había reclamado al artista para que lo ayudara una vez más como diplomático en las negociaciones de paz con los Países Bajos. La guerra venía de lejos, y enfrentaba en aquella época a católicos contra protestantes. Rubens llegó esta segunda vez a España en 1628 y estuvo hasta 1629. Así que fue durante ese periodo cuando debió pintar al monarca. Y si su rostro resulta lo es porque la situación era peliaguda. En 1625, un comandante genovés al servicio de España, Ambrosio Spinola, había ocupado Breda (gesta que Velázquez recordaría en Las lanzas unos años después), pero las cosas había empezado a torcerse unos años después y los protestantes recuperaban posiciones.

Rubens realizó cinco retratos de Felipe IV, y era tal la admiración del rey por la obra del pintor flamenco que fue uno de sus mejores clientes durante su vida y el mayor comprador de sus bienes cuando salieron a la venta tras su fallecimiento en Amberes en 1640. El Prado, de hecho, con cerca de 90 obras, es el museo que tiene la mayor colección de obras de Rubens. Por eso la aparición del retrato extraviado ha producido gran revuelo. Tiene sentido que permanezca aquí: por la relación de Felipe IV con Rubens, por la imponente presencia del artista en el museo, pero sobre todo por el cuadro en sí. Tiene toda la hondura de un momento decisivo: el joven monarca está tomando las riendas de un reino que pasa por serios aprietos. Rubens lo atrapa en ese punto. El cuadro tiene 63,5 centímetros de alto por 49 de ancho.

Una pequeña joya, pues, de la que se hicieron en su día varias copias en el taller que tenía el artista en Amberes y que se conservan en el Hermitage de San Petersburgo, en el Carnegie Museum of Art de Pittsburgh, en la Alte Pinakothek de Munich o en colecciones privadas como la de la Casa de Alba. Por lo que se ve, el retrato original, el que salió de la mano de Rubens, es el que ha confirmado como tal una experta en estos asuntos, Mercè Ros, tasadora y asesora de coleccionistas y dueña de una galería de arte que lleva su nombre. Los actuales propietarios le pidieron que los ayudara a establecer que el cuadro que tenían era el auténtico y, tras una minuciosa investigación, Ros les ha dicho que sí, que así es. Han decidido venderlo, y ahora se puede ver en Feriarte en Madrid, donde el sábado se subastará.

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Las cifras del mundo del arte marean, pero en esta puja el Gobierno podría terminar participando con El Prado para quedarse con el retrato. En un terreno tan complicado como el de las atribuciones, habría que obtener las máximas garantías. Un primer paso está dado. A partir de un informe de El Prado, la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico ha pedido que el retrato se considere un bien de protección especial. No debería salir de España en ningún caso, tampoco debería perderse en casa de un coleccionista.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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