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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Stephen Hawking sale del agujero negro

El físico formula una hipótesis por la que las dos grandes teorías de la ciencia moderna dejarían de ser incompatibles

Javier Sampedro

Ningún poeta místico ha logrado imaginar un mundo tan extraño como el que nos presenta la física moderna, con el tiempo y el espacio dilatándose y formando ondulaciones, con la masa convirtiéndose en energía y viceversa y con un ámbito microscópico donde rige la misteriosa mecánica cuántica y la intuición humana se vuelve tan inútil como una superstición. La diferencia con la poesía mística es que la física funciona. La relatividad general, que gobierna el mundo de lo muy grande, y la mecánica cuántica, que preside el de lo muy pequeño, son dos teorías matemáticas de enorme éxito y solidez, que han superado la confrontación con el mundo real con un montón de decimales. Por eso resulta tan fastidioso que las dos teorías sean incompatibles entre sí.

Y también por eso mismo resultan tan interesantes los agujeros negros. Son tan masivos que deben entrar bajo la jurisdicción de la relatividad general —de hecho, se descubrieron como una predicción de las ecuaciones de Einstein—, y a la vez son tan pequeños que deben amoldarse a las exigencias de la teoría cuántica. Los físicos como Stephen Hawking los consideran una ventana prometedora hacia una teoría más abarcadora donde las dos grandes teorías de la ciencia moderna dejen de ser incompatibles. Y además, ya se han convertido en los protagonistas de una superproducción de Hollywood, Interestelar, que ha contado con el concienzudo asesoramiento de un gran amigo de Hawking, el físico teórico Kip Thorne.

Los legos conocemos a Stephen Hawking por su activismo en temas políticos y sociales, donde siempre está dispuesto a poner su voz —sintética— al servicio de causas como el desarme nuclear o la lucha contra la superstición y la irracionalidad. Pero el físico también cumple ese papel provocador ante sus propios colegas, empujando su atención hacia teorías polémicas y promoviendo —mediante apuestas si es necesario— el debate intelectual en el interior de la profesión. Su última intervención en Estocolmo, el lunes pasado, no ha defraudado las expectativas.

Siguiendo en la estela de físicos anteriores, Hawking propone ahora que lo que cae en un agujero negro no desaparece en sentido estricto: su información queda almacenada en la “superficie” del agujero, intacta pero en forma bidimensional. La superficie de un agujero negro es su “horizonte de sucesos”, la esfera en cuyo interior la deformación del espacio y del tiempo alcanza tal magnitud que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Pero, aunque no pueda escapar de esa superficie, la información sí puede quedar almacenada en ella. Hawking admite que en cualquier caso no hay forma de recuperarla de ahí en forma útil, pero está dispuesto a jugar con la idea de que pueda reaparecer en un universo paralelo.

Que iguale eso algún poeta místico.

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