Feria de las mamandurrias
Doce años después de dejar la alcaldía, Álvarez del Manzano seguía cobrando un sueldazo de un organismo de la Administración

Una de las noticias más sorprendentes de estos días ha sido la destitución del exalcalde José María Álvarez del Manzano como presidente de la institución ferial de Madrid. Lo que sorprende no es el cese, decretado por las nuevas autoridades municipales, sino que haya tenido que producirse para descubrir que, 12 años después de dejar la alcaldía, Manzano seguía cobrando un sueldazo gracias a la Administración. El episodio recuerda una de esas maravillosas boutadesde Chesterton: “El periodismo consiste en buena medida en decir que Lord Jones ha muerto a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. Estas cosas pasan a veces con los cambios de gobierno. Los gallegos, por ejemplo, se enteraron de que tenían una embajada en la estratégica ciudad brasileña de Florianópolis cuando la clausuraron tras un relevo en el poder.
Así que nos hemos afanado estos años en fiscalizar el despilfarro de consejerías, diputaciones, consorcios y mancomunidades, y nadie había caído en que el exalcalde seguía allí, con 120.000 euros de sueldo al año, coche, secretaria y asistente. Y junto a él, un ramillete de viejas glorias del PP madrileño, con salarios de 100.000 euros. Pero nadie supo nada de eso, ni siquiera cuando la presidenta del PP regional, la liberal Esperanza Aguirre, rescató una sonora palabra castellana —mamandurrias— para afear la afición de sus oponentes políticos a las regalías públicas. Oopoo.
El de Manzano no ha sido el único cese reciente en el Ayuntamiento de la capital. También ha caído el portavoz socialista, Antonio Miguel Carmona, quien ha revelado que, para que se fuese sin hacer ruido, le prometieron un escaño en el Senado. Sobre la llamada Cámara alta los partidos llevan más de tres décadas debatiendo cuál debe ser su función, mientras entre la gente se extiende la idea —sin duda exagerada— de que su verdadera utilidad es dar cobijo a políticos enviados al ostracismo. Como tarden mucho más en ponerse de acuerdo sobre su papel, llegará un día en que decidan suprimirlo y entonces descubriremos con sorpresa que el Senado seguía existiendo.
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