Un año después de la pesadilla del ébola
España fue el primer país europeo en enfrentarse a una epidemia que se extendía por África de manera incontrolada
Hace un año, las alertas sanitarias sonaron en todo el mundo con fuerza inusitada. Un virus invisible y enigmático —“un monstruo único”, como lo definió el escritor Richard Preston— provocaba una emergencia global. El azar quiso que España fuera el primer país europeo que se enfrentaba a un caso de ébola mientras una epidemia incontrolable se extendía por varios Estados africanos. Repatriado desde Liberia entre impresionantes medidas de seguridad para evitar contagios, el misionero Miguel Pajares llegó a Madrid el 7 de agosto. Tras una infatigable lucha contra el virulento enemigo, el religioso, de 75 años, falleció en el hospital Carlos III. No sería la única vez que el equipo médico de este centro se vería cara a cara frente al mortífero virus.
El contagio de la auxiliar de enfermería Teresa Romero mientras atendía a otro cooperante español infectado y tratado en el mismo hospital reabrió el combate contra el microorganismo. A falta de vacunas efectivas, se aplicaron tratamientos con fármacos y sueros experimentales. Con un gran esfuerzo, el sistema sanitario español logró superar la crisis y Romero pudo liberarse felizmente del ébola. Declarado oficialmente hace 18 meses, el brote con epicentro en Liberia, Guinea-Conakry y Sierra Leona se ha saldado con más de 27.000 casos y 11.000 fallecidos, según el cómputo realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En este tiempo, la búsqueda contra reloj de una vacuna ha sido un objetivo preferente. Y ese empeño puede haber dado resultados satisfactorios. Desde hace tiempo se prueba en Guinea la efectividad de la inmunización —desarrollada en Canadá y bautizada como VSV-EBOV— dentro de un ensayo clínico auspiciado por la propia OMS. Aunque la vacuna funciona no está de más una llamada a la cautela. Ya se sabe que los virus tienden a mutar a su antojo.
Acostumbrado a manipular los más peligrosos agentes infecciosos y pandémicos, aquellos que encierran una gigantesca potencia destructora, el Instituto de Salud Carlos III se propone trabajar con el ébola vivo. El laboratorio necesitaría para ello extraordinarias medidas de seguridad, además de personal muy cualificado y más recursos económicos. Los expertos en microbiología estiman que sería bueno que España contara con un centro de estas características, un laboratorio de seguridad de nivel cuatro, de los que existen apenas ocho en toda Europa. La proximidad de nuestro país con África es uno de los principales motivos esgrimidos por quienes defienden este ambicioso proyecto.
Además del ébola, otros agentes, como coronavirus, gripe aviar, Marburg, polio, fiebre amarilla, chikungunya o virus del Nilo acechan calladamente al ser humano. Su expansión es cada vez más veloz, en parte gracias a las redes de transporte aéreas, que facilitan la movilidad de las personas y también la expansión de los virus. Ninguna frontera es capaz de detenerlos.
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