La trituradora no para
La propuesta de Mas de hacer una lista civil divide al soberanismo catalán
Busca la unidad, pero desune y destroza todo lo que encuentra a su paso. La propuesta de Artur Mas para convertir en plebiscitarias las elecciones del 27-S ha generado tal espiral de insensateces que amenaza con devorar a sus propios promotores. Desde que Mas suscribió la hoja de ruta soberanista con la independencia como único objetivo, los partidos más veteranos han ido cayendo uno tras otro, amputados por la brutal actividad de la máquina que han puesto en marcha el presidente y su entorno. La primera y más notable víctima fue el socialismo catalán. También sufrió Iniciativa per Catalunya. La trituradora aceleró su ritmo destructor después de que Mas acordara con Esquerra Republicana y las entidades soberanistas convocar elecciones anticipadas y convertirlas en un plebiscito que propiciara una declaración unilateral de independencia. Se rompió en dos Unió y, a continuación, la veterana y exitosa coalición que respondía a las siglas CiU entre Convergència y el propio partido demócrata cristiano. Ahora, el efecto destructor alcanza a los dos principales protagonistas del proceso, la propia CDC y Esquerra Republicana.
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Tras fracasar en un primer intento de concurrir a las elecciones bajo el paraguas de una lista única soberanista y ante la evidencia de que las encuestas no le son nada propicias si se presenta con las siglas de CDC, Mas quiso lanzar una OPA de última hora para neutralizar a quien le disputa la hegemonía dentro del bloque soberanista. Propuso a las entidades que han dirigido las movilizaciones de las Diadas que confeccionaran una lista “no del presidente”, sino “con el presidente”. La maniobra ha sido interpretada por ERC, con razón, como un intento de capitalizar el movimiento soberanista, y Junqueras, con la concurrencia de la CUP, ha respondido al envite con un órdago a la grande: ni del presidente ni con el presidente. Una lista civil sin políticos. Que semejante propuesta haya sido siquiera planteada muestra hasta qué punto el soberanismo está en una encrucijada plagada de elementos irracionales, en la que cada nuevo paso actúa como el abismo atrae a los suicidas.
Una cosa es eliminar de la candidatura las siglas que, como en el caso de CDC, pueden resultar una rémora porque tienen un pasado que en la nueva coyuntura política resta apoyos, y otra hacer tabla rasa y llevarse por delante incluso a los portaestandartes que son sus dirigentes. Al final, ese ha sido el germen de la división entre las dos fuerzas que aguantaban el timón del soberanismo. Mas quiere una lista civil trufada con algunos políticos —él mismo, se supone—, y Junqueras admite hacerse el harakiri con tal de que Mas también tenga que hacérselo.
La división alcanza a la llamada sociedad civil. Òmnium Cultural quiere la lista apolítica del independentismo puro, mientras que la Asamblea Nacional Catalana prefiere una lista transversal de partidos y dirigentes civiles, o una sola lista con políticos en activo. El soberanismo ha adoptado viejos tics de aquella izquierda que entonaba cánticos de “unidad, unidad, unidad” justo antes de dividirse. La unidad en política no se predica, sino que se practica, y ello solo es posible a partir de objetivos realistas y con estrategias sólidas y claras. Lo contrario es solo esperpento.
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