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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Qué escándalo: he descubierto que aquí se juega!

Francia refuerza su espionaje mientras se asombra de haber sido vigilada por EE UU

Las reacciones al enésimo escándalo protagonizado por el espionaje estadounidense, en este caso por vigilar a tres sucesivos jefes del Estado francés —WikiLeaks dixit—, evocan la del capitán Renault, el corrupto jefe de policía de Casablanca, que justificaba así la orden de cierre al café de Rick: “¡Es un escándalo! ¡He descubierto que aquí dentro se juega!”. Pues eso.

En Francia se asiste a un desgarro de vestiduras al conocer que los expresidentes Chirac y Sarkozy, como el actual jefe del Estado, François Hollande, han sido espiados por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos. La historia suena a déjà-vu desde que WikiLeaks y Edward Snowden obtuvieron el crédito suficiente como para que sus revelaciones resulten creíbles, a pesar de la imposible confirmación por otras fuentes. Lo más entretenido es que los franceses se asombran del espionaje amigo cuando su propio Parlamento, a instancias del Gobierno socialista, autoriza múltiples actividades de sus servicios secretos. No han suscitado grandes protestas populares, como tampoco las hubo en Estados Unidos al descubrirse los manejos de su macroagencia de espionaje, aunque solo sea por aquello de que su territorio no ha vivido ningún atentado importante en 14 años. El poder de la NSA solo se ha visto recortado desde el 2 de junio.... de este año.

En Europa, con el recuerdo todavía vivo de la matanza en Charlie Hebdo y el miedo creciente a futuros atentados, solamente las organizaciones de defensores de las libertades públicas, algunos medios de comunicación y contados políticos han mantenido la llama de las críticas a la ley francesa de espionaje. Aunque con ambiciones y maquinarias tecnológicas más reducidas, el objetivo es similar al de la Patriot Act estadounidense: combatir el terrorismo, en cuyo nombre se amparan otros excesos.

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Si la NSA espió el teléfono de la reina madre de Europa, Angela Merkel, sin que se hayan deducido graves consecuencias, ¿quién renunciará a utilizar a los servicios secretos cómo y cuándo les convenga? En Francia se ha convocado un Consejo de Defensa y se han pedido explicaciones a la embajadora de Estados Unidos, por cierto al cargo de una legación situada en la plaza parisina de la Concorde, en cuyo último piso se sospecha —¡desde hace 10 años!— que funciona una estación de espionaje a solo unos cientos de metros de El Elíseo, la sede del presidente de la República. Nadie ha confirmado la sospecha ni la ha descartado en todo este tiempo.

La “destrucción mutua asegurada” fue la idea en que se refugiaron las potencias nucleares durante la Guerra Fría para evitar que una crisis desembocara en una catástrofe planetaria, mientras proseguían con la escalada de armamentos. Trasladado al siempre peligroso, pero menos letal, mundo del espionaje, esto se traduce en que el acecho entre supuestos amigos y aliados es pecado venial. Salvo que el cántaro vaya tantas veces a la fuente que las opiniones públicas empiecen a hacerse más preguntas.

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