Consumo colaborativo V.O. (versión offline)
Por Esther Alonso
Espero no decepcionar a nadie por decir que la economía colaborativa no es una innovadora tendencia de vanguardia sino más bien todo lo contrario. En sí misma se trata de un modelo de mercado que se lleva practicando desde hace ya unos cuantos siglos. ¿Cuál es entonces el motivo de su reciente resurgimiento y de su intrusión progresiva en nuestro día a día con servicios como airbnb o uber? Está claro que uno de los factores principales es la tecnología, y el acceso generalizado a dispositivos móviles con conexión a internet que nos mantienen interconectados 24x7. Parece que ya no vale con conectar la demanda con los recursos o servicios ociosos; si este acercamiento no se realiza a través de plataformas digitales no se considera consumo colaborativo.
Personalmente no puedo estar más de acuerdo en el enorme valor y altísimo potencial que la tecnología ofrece en el diseño e implantación de procesos de innovación económica y social, pero reconozco que recientemente me emocioné cuando descubrí que todavía se puede hablar de una versión offline de la economía colaborativa.
Mi descubrimiento tuvo lugar en la medina de Fez en Marruecos, un laberinto de callejones rebosante de pequeños negocios orientados tanto a los grupos de turistas, como a los no pocos locales que acuden diariamente a este zoco para vender o comprar mercancías.
Esta medina representa una de las redes más eficientes de cuya articulación he sido testigo directo. A escasos metros de la entrada principal se encuentra la zona turística donde, en un espacio reducido, conviven docenas de restaurantes locales con negocios familiares que ofrecen una sencilla pero variada gama de productos. Cada día pasean por aquí cientos de personas buscando un lugar mágico y especial donde comer o cenar. Prácticamente todos los restaurantes sirven lo mismo y, en la mayoría de los casos, los platos se prepararan en una cocina compartida, que hace las veces de co-working culinario si nos pusiéramos modernos, y algo pedantes, con los términos.
El espacio físico escasea en la medina y por tanto los restaurantes no pueden almacenar bebidas ni ningún tipo de producto de consumo de grandes dimensiones. Pero esto no representa un problema, dado que las tiendas vecinas resuelven este eslabón de la cadena. Pídele a tu camarero la bebida que quieras que ya se encargará “el chico de los recados” de hacértela llegar a la mesa. Y lo mismo con el zumo de naranja o las aceitunas para el aperitivo. Cuando el restaurante rompe su stock el encargado sabe que puede encontrar un vendedor de naranjas o un puesto de encurtidos a menos de 1 minuto de distancia a pie.
Desde la realidad de la medina este eficiente sistema de trabajo parece lógico y racional. Me puedo imaginar a los dueños de los restaurantes preguntándose porqué han de comprar materia prima con antelación, cuando no tienen apenas espacio físico para almacenarla, y cuando además ésta se encuentra disponible en un radio de 50 metros. Imagino también a los tenderos y comerciantes asumiendo su rol clave en este espacio de intercambio. Y el turista mientras tanto ni sufre ni padece sino que más bien, y esto va por los más observadores, se entretiene descifrando las reglas no escritas de este modelo de este mercado.
Grandes empresas como Amazon presumen de servicios de entrega en el día, en la medina de Fez la entrega está garantizada en cuestión de minutos. Es cierto que el catálogo de productos no es tan amplio pero hay que aceptar que un modelo offline y descentralizado también tiene sus límites. Una de las claves del éxito en la versión offline de la economía colaborativa es la solidez y agilidad de la conexión entre la demanda y la oferta para dar respuesta en tiempo y forma a las necesidades del usuario. La gran pregunta es hasta dónde puede llegar este modelo, qué grado de escalabilidad y sostenibilidad tiene, y si podrá sobrevivir a la inminente llegada de la digitalización.
Imagen de portada de Guillén Pérez extraída de Flikr. Licencia Creative Commons // CC BY 2.0
Imagen central de Diane Jones extraída de Flikr. Licencia Creative Commons // CC BY 2.0
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