_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Corajes

“Y así —dice T. S. Eliot— se acaba el mundo. No con un estallido, sino con un sollozo”

Leila Guerriero

Saqué un cigarrillo recién bajada del avión, en la puerta del hotel, y él corrió a darme fuego. Me preguntó de dónde era. Cuando respondí me dijo: “¿Has leído a Borges?”. Yo sonreí con sorna: era tan obvio. El tiempo transcurrió rápido en ese país del que no vi nada porque, después de eso, solo pude verlo a él. Cuando regresé a casa, semanas más tarde, no desarmé mi maleta. Durante mucho tiempo contemplé ese amasijo de ropa como quien contempla los cimientos de algo imposible. No vivíamos en la misma ciudad ni en el mismo continente. Pero eran los años ochenta, éramos jóvenes, creíamos que nada tenía consecuencias. Empezamos a encontrarnos aquí y allá, hasta saber qué hacer. Una vez nos quedamos sin dinero y, de todos modos, fuimos a cenar al restaurante más caro de una ciudad elegante. Al terminar pidió la cuenta, la estudió y le dijo al mesero que trajera al chef, un gigante a quien, con su francés de joyería, le explicó lo que pasaba y le ofreció, en prenda de confianza, su pasaporte hasta que regresáramos a pagar. El chef dijo que no hacía falta, se sentó, hablamos durante horas y nos llevó hasta el hotel en camioneta. Viajamos allí, entre cajones de vino, riéndonos en cuatro idiomas, felices por las cinco vidas que no íbamos a vivir. Él era un dandi y un pirata, y ya para entonces casi millonario, pero le gustaba hacer esas cosas: cosas de estudiante. Quería una familia, nietos, paz, la casa grande. ¿Yo? Yo solo quería escribir. Y aún no había comenzado. Un día me llamó, propuso que nos encontráramos. Yo estaba en casa de mis padres. Tardé en responder. Me preguntó, muy suave: “¿Entonces ya no hacemos esas cosas?”, y yo respondí: “No”. “Y así —dice T. S. Eliot— se acaba el mundo. No con un estallido, sino con un sollozo”. Hay cobardías que requieren de coraje.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_