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Tribuna
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Una Europa más ambiciosa

La Unión Monetaria no debe ser una finalidad aislada sino un medio para crear empleo y bienestar

A pesar de las señales de recuperación, las cifras económicas y del empleo en la eurozona siguen siendo decepcionantes, debido a la baja demanda y a persistentes impedimentos estructurales.

El persistente impacto de la crisis apunta a defectos y a falta de efectividad en la estructura de la Unión Económica y Monetaria (EMU), no obstante haya habido algún avance significativo en el pasado más reciente. La alta tasa de desempleo y la pérdida del nivel de bienestar atribuibles a la crisis han dado lugar a un difuso desapego hacia el proyecto Europeo y en especial hacia el euro y por consiguiente muchos ciudadanos europeos creen que la forma de solucionar estos problemas es ralentizando el proceso de integración y atrincherándose nuevamente detrás de las fronteras nacionales.

Una desafección tan difusa debe ser atajada con respuestas concretas. La Unión Europea se encuentra en la encrucijada entre recorrer de alguna manera la senda de un crecimiento lento y enfrentarse con determinación a estos retos, para estimular el potencial de crecimiento, promocionar la convergencia económica, fomentar una recuperación sostenida del empleo en un marco macroeconómico estable restaurando así las relaciones entre las instituciones europeas y sus ciudadanos. La urgencia y complejidad de los temas a la orden del día exigen una estrategia más ambiciosa que sea capaz de hacer frente a la emergencia social generada por la crisis y de reconstruir una identidad común Europea.

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Estamos capacitados para progresar hacia la unión del mercado de capitales

La actual mezcla de políticas de la UE está enfocada en la dirección correcta. La QE (Quantitative Easing: Expansión Cuantitativa) está generando efectos positivos en los resultados macroeconómicos y en los mercados financieros. La consolidación fiscal tiene ahora un enfoque a más largo plazo gracias también a la Comunicación de la Comisión sobre flexibilidad y al plan Juncker. La Comunicación proporciona fuertes estímulos para la introducción y la implementación de reformas extremadamente necesarias. El plan Juncker representa una importante oportunidad para relanzar las inversiones contando con el respaldo público. Las políticas de crecimiento a nivel de la Unión deben sin embargo ser ulteriormente mejoradas. El fortalecimiento del mercado interior es una prioridad absoluta y una oportunidad clave para el crecimiento.

Estamos capacitados para progresar hacia la unión del mercado de capitales, dirigido a mejorar el acceso de las pymes a los mercados financieros, superar la segmentación nacional del mercado energético para promocionar las infraestructuras digitales e impulsar la innovación.

La crisis también ha puesto de relieve la necesidad de una reforma de la gobernanza económica europea que proporcione mecanismos de reajuste de la Unión Monetaria más eficaces y simétricos. Los procesos de reforma estructural a nivel nacional deben ante todo estar mejor coordinados para obtener efectos positivos también sobre los demás Países.

Debemos poner en especial el foco sobre la dimensión social y del empleo de las políticas estructurales, como parte integrante del proceso de convergencia de las economías de la eurozona. Este es en especial el caso de los mercados laborales que deben hacerse más flexibles y eficaces para agilizar su adaptación dentro de la eurozona. Necesitamos crear un mecanismo europeo de garantía cara al desempleo cíclico que serviría de complemento a las reformas en acto, que reforzara el impacto, la efectividad y los spillover positivos de las iniciativas nacionales. Un mecanismo de estas características permitiría una mayor convergencia entre las diferentes instituciones del mercado laboral y limitaría los spillover negativos en situaciones de crisis. A medio plazo, la EMU debería desarrollar una apropiada función estabilizadora para amortizar los impactos asimétricos.

Esto conlleva un aumento del nivel de integración fiscal basado en un balance común, que debería ser parte integrante y componente de cualquier unión monetaria. Es necesario subrayar que un balance común debería estar pensado para minimizar el daño moral de cada uno de los Países y para evitar transferencias permanentes entre los mismos.

Una verdadera unión monetaria exige que se refuerce el reparto del riesgo

De forma más generalizada una verdadera unión monetaria exige que se refuerce el reparto del riesgo.

Mientras es cierto que a largo plazo la creación de instituciones más ambiciosas podría hacer necesario aportar cambios al Tratado, el existente ya permitiría establecer un fondo específico para el desempleo o un presupuesto de la eurozona, concebido como línea separada dentro del actual presupuesto de la UE.

Para recuperar el necesario amplio apoyo al proyecto europeo debemos combinar una visión a largo plazo junto con pragmatismo y gradualismo. Debemos anclar las expectativas en la irreversibilidad del euro, renovar la fe y recuperar la confianza entre los Estados miembros.

El Informe de los cuatro presidentes sobre el futuro de la EMU, que será objeto de discusión en el próximo Consejo Europeo, debería ser ambicioso y los líderes europeos deberían comprometerse con el avance hacia un bastidor institucional reforzado, dotado de recursos apropiados y de legitimidad democrática.

Por último, el apoyo a la consolidación de la Unión Monetaria depende en medida crucial de una condición: que se conciba no como una finalidad en sí más como el medio para crear empleo, bienestar y seguridad para los ciudadanos de todos los Estados miembros.

Pier Carlo Padoan es ministro de Economía y Finanzas de Italia.

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