Encontrar las fuerzas para enfrentar los retos
Los cooperantes trabajan a contra reloj en el campo de refugiados de Mahama, en Ruanda Están recibiendo miles de burundeses que huyen de la violencia de su país
Estoy decidida a conseguir cambios positivos para la vida de los refugiados burundeses, especialmente de los niños y niñas, en este campamento de refugiados de Mahama, a 200 kilómetros de la capital, Kigali. Es un nuevo reto pero estoy deseando dar lo mejor de mí para conseguirlo.
Más de 100.000 personas han huido de la violencia en Burundi y más de 26.000 se han refugiado aquí, en Ruanda. La mayoría viven en el campamento de refugiados de Mahama. Los retos son constantes en este campamento al que cada día llegan alrededor de 1.200 burundeses, pero también hay recompensas.
Junto a otros miembros del equipo intentamos manejar las llegadas, asignarles tiendas y asegurarnos de que tienen acceso a los servicios más básicos. También identifico a los niños y niñas que llegan solos y organizamos actividades para incrementar la sensibilización sobre la violencia de género y la protección infantil en el campamento.
Si me pusieran un podómetro para contar mis pasos, se rompería. No paro de ir de aquí para allá por todo el campamento. Intento mantener la sonrisa aunque esté cansada.
Esperamos los convoys de llegada hasta las nueve de la noche y nos vamos del campamento a las once, después de colocarlos en los hangares. Lamentablemente, los que llegan tarde por la noche se quedan hambrientos y duermen en el suelo, porque no hay reparto de comida de madrugada.
Distribuimos galletas y zumos entre los niños y niñas cuando llegan, mientras los padres hacen cola esperando por su ración diaria de comida. También repartimos harina de maíz y judías entre los niños y niñas que llegan sin acompañantes antes de que completen todos los procedimientos para el acceso a los servicios del campamento de refugiados.
Hemos llegado a mil niños y niñas menores de cinco años y a 30 niños y niñas no acompañados, pero tememos que este servicio tenga que parar por no disponer de los recursos suficientes. Recibimos 10.000 refugiados más este fin de semana, que se sumaron a los más de 6.000 con los que ya estábamos trabajando.
En Plan Internacional organizamos sesiones informativas sobre seguridad con los recién llegados, especialmente los niños y niñas, ya que el campamento está cerca del río Akagera, donde hay cocodrilos e hipopótamos. También organizamos actividades lúdicas y recreativas con los niños y niñas y jóvenes, además de debates comunitarios sobre protección infantil, abusos físicos y violencia de género.
Me da mucha tristeza ver a mujeres dando a luz, sin bañeras ni cubos para bañar a sus hijos e hijas, y ver que tienen que usar las ollas para bañar a los bebés y para cocinar.
Pero cuando escribo mi informe diario de actividades realizadas, entiendo por qué estoy aquí, trabajando en el campamento de refugiados de Mahama. Cuando veo el número de niños y niñas sin acompañantes a los que hemos ayudado a tener acceso a servicios básicos y actividades recreativas, cuando veo los niños y niñas a los que hemos dado algo de comer mientras sus padres esperaban por comida y agua, encuentro la fuerza para enfrentarme a todos los retos que se nos pongan por delante.
Judith Mukeshimana es coordinadora de programas de protección de Plan Ruanda
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