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Un grupo tuareg mantiene viva la guerra en Malí

La campaña de hace más de dos años contra los yihadistas no ha acabado con la violencia

José Naranjo

Cuando el mundo puso los ojos en Malí, allá por enero de 2013, todo el norte de este país africano estaba ocupado por grupos yihadistas. Entonces, el Ejército francés lanzó una ofensiva que, en apenas un mes, puso a los terroristas pies en polvorosa pero que dejó tras de sí alguna laguna.

Hoy, la misión de las Naciones Unidas que llegó para estabilizar la región en sustitución de las tropas galas, poco interesadas en permanecer en aquel polvorín, hace agua por todas partes, y trata de apagar los incendios que los ataques rebeldes provocan por doquier, ya sea en Kidal, en Gao o en Tombuctú, sin que el mundo se estremezca demasiado.

En una improvisada rueda de prensa en Gao, que se produjo en aquel lejano enero de hace más de dos años, el general Barrera, que estaba al mando de la Operación Serval, aseguró que estaban allí “para combatir a todos los grupos armados” que ocupaban la zona norte de Malí. El tiempo ha terminado por quitarle la razón. Un grupo armado, el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), formado por una pequeña pero ruidosa parte del pueblo tuareg que reclama la creación de un Estado propio, no solo no fue combatido entonces, sino que se le permitió ocupar una zona de ese territorio, Kidal, aprovechando los bombardeos franceses que les permitió hacerse fuertes de nuevo.

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Una vez despejada la arena salafista que trajo el viento del desierto, el problema de fondo que agita Malí ha vuelto a imponerse con fuerza, y no es otro que la decidida rebeldía independentista de esa facción que se autoproclama representante legítima de todo su pueblo. Detrás de la mayor parte de los ataques de los últimos meses late este enfrentamiento. Y mientras prosigue la escalada de violencia y caen civiles y soldados, el Gobierno ha creado un grupo paramilitar para poder actuar con impunidad y al margen de las reprimendas de la ONU. De paso, este grupo escenifica con los rebeldes unos acuerdos que de inmediato boicotean en el campo de batalla. Porque la paz, en realidad, no les interesa demasiado.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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