¡Gracias!
Muchas de las teorías que hacen referencia a la felicidad, o más bien a ese punto que todos queremos alcanzar y no sabemos muy bien cómo definir y que llamamos felicidad, acaban por vincularla directamente con el concepto de gratitud. Pero en realidad, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?
David Steindl-Rast, monje benedictino autor del exitoso ‘Gratefulness’, lo tiene muy claro: Primero, el agradecimiento. Si somos agradecidos podremos alcanzar la felicidad, y nunca al contrario, es decir, las personas agradecidas no lo son por el hecho de ser felices, sino que son felices por el hecho de ser agradecidas. David lo cuenta en TED con ese tono sosegado que otorga la tranquilidad absoluta de no necesitar mucho de la vida, de recibir cada pequeña cosa, cada instante, como un regalo, y que al escucharle me hizo recordar un bonito hecho que un amigo me contó sobre su abuela:
Con 91 años, había sido trasladada a planta de un hospital tras sufrir una caída que le mantuvo varios días en ese hilo inapreciable que a veces separa la vida de la muerte. Había recuperado la consciencia, y lo primero que necesitó en ese tiempo extra que le concedió la vida fue dar las gracias. Consiguió que su familia se las arreglara para publicar en la sección de cartas al director de un diario estas palabras que les dictó, y que quiso titular con un escueto y directo ‘¡Gracias!’:
Escribo esta carta desde el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, que se ha convertido en las últimas semanas en mi improvisado hotel en el que permanezco desde que tuve la mala suerte de sufrir una caída en mi casa.
Pero siempre hay buena suerte dentro de la mala, y en mi caso la buena, sin duda, ha sido venir a parar aquí. He pasado por una delicada operación en la que me extirparon el bazo. Tengo 91 años y sé que este tipo de situaciones no son fáciles para nadie, y menos para una persona de mi edad. Mi paso por la UCI lo recuerdo algo borroso, incluso mezclado con tintes oníricos. Ahora, más tranquila en la octava planta, en Geriatría, sé que se trataba de ese momento en el que decidimos entre irnos o quedarnos, y yo decidí quedarme. Y lo hice gracias a la ayuda de todos y cada uno de los trabajadores que aquí se dejan el alma cada día para cuidar a los demás. Son cuidados intensivos, doy fe.
Es por ello por lo que quería escribir estas líneas. Única y exclusivamente para agradecer todo lo que médicos, enfermeras, enfermeros, y demás trabajadores de este lugar hacen por todos los pacientes como yo. Porque a pesar del horrible puré que dan aquí, las bromas, la sonrisa y la paciencia de todos los cuidadores no se puede dejar de agradecer. Y eso quería hacer yo. ¡Muchas gracias! Feliciana Sánchez
Resulta sorprendente que precisamente su nombre fuera Feliciana, pero no deja de ser una curiosa coincidencia. Lo cierto es que se trataba de una mujer viva, alegre, viajera y con ganas de vivir cada instante… con ganas de agradecer cada momento extra que la vida le otorgaba. Porque según Steindl-Rast, a pesar de que “no todos los momentos son agradables o dignos de ser agradecidos, sí podemos encontrar siempre el momento de agradecer”.
La carta provocó un gran revuelo los días posteriores entre los trabajadores del centro, y el doctor que la atendía llegó a asegurar que en sus 30 años de profesión nadie le había dado las gracias, y menos de ese modo.
Entonces, si la conexión gratitud-felicidad es tan clara ¿Por qué vivimos tan apartados del camino? ¿Es posible que una persona que trabaja para salvar vidas nunca haya recibido unas palabras de agradecimiento en tanto tiempo? Es sin duda terrible cómo hemos perdido la costumbre de dar las gracias, de agradecer a los demás, o a la propia vida todo lo que nos rodea y olvidamos… Por no agradecer, ya ni siquiera las máquinas se acuerdan de decir el famoso: “Su tabaco, gracias”.
Buceando en esta conexión, la profesora de Harvard Francesca Gino realizó un experimento con 57 jóvenes a los que se les respondía a una carta de recomendación de dos maneras. A una parte de ellos se les incluía un “he recibido tu carta de recomendación”, mientras que a un segundo grupo añadieron al final un “muy agradecida, muchas gracias”. Las personas que recibieron el segundo mensaje sintieron unos niveles mayores de autoestima y, en una segunda fase del experimento, fueron mucho más propensos a echar una mano a otra persona que les pedía ayuda que los receptores del primer mensaje.
Por lo tanto la gratitud es contagiosa y nos hace sentir bien, pero gratitud no es solo dar las gracias cuando recibimos algo, va mucho más allá. Como dijo el presidente de EEUU John F. Kennedy, “cuando expresamos nuestra gratitud nunca debemos olvidar que el reconocimiento más grande no está en pronunciar las palabras, sino en vivirlas”.
Ser agradecido es una forma de vida, una manera de valorar cada momento, por muy cotidiano que nos parezca, como si fuera nuestro cumpleaños cada segundo. Así lo sentía David en África cada vez que el grifo de agua potable o la luz funcionaban, como un regalo inesperado. A su regreso al ‘primer mundo’, este monje creó un método de encontrar la felicidad a través de tres premisas: ‘Para, Mira, Sigue’. Es decir, utiliza tus propias señales de ‘Stop’ de vez en cuando para reflexionar, abre tus sentidos para observar la riqueza no material que nos rodea y sigue hacia delante con ganas de disfrutar y poder dar las gracias por ello.
También los psicólogos Emmons y McCollough, además de concluir que la gratitud también tiene efectos en el bienestar físico y emocional de las personas, crearon su método para expresarlas, en base a cuatro trucos como: escribir notas personales como recordatorio, a través de la comparación con gente con problemas graves, dando simplemente las gracias o controlando los pensamientos positivos.
Utiliza estos trucos o los que quieras para seguir el camino de la felicidad a través del agradecimiento. Yo, de momento empiezo por darte las gracias por utilizar tu tiempo en leer estas líneas.
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