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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los nuevos ludópatas

La eclosión del juego "online" requiere medidas para restringir el acceso y la publicidad

Marcos Balfagón

El mecanismo de la ludopatía es tan insidioso como el de cualquier otra adicción. El enganche suele empezar de forma suave, casi natural: ganar siempre es un gustazo. ¿A quién no le gusta ganar? Pero una vez el gusanillo del juego se ha metido en el cerebro, el proceso puede hacerse tan imparable como la adicción a la heroína o la cocaína. Y, como ellas, se convierte en una enfermedad de la que cuesta salir. Por eso no se debe menospreciar el peligro que representa para algunos la eclosión del juego online. Desde que se reguló, en 2012, no ha dejado de crecer y algunos expertos vaticinan que, si no se aplican medidas preventivas, la ludopatía puede llegar a alcanzar al 2%-3% de la población.

De hecho, se está produciendo ya un preocupante cambio en el perfil del ludópata. Si hace una década la media de edad de quienes solicitaban ayuda médica se situaba entre 28 y 35 años, ahora está entre 18 y los 25; muchos se han hecho adictos siendo menores. La facilidad de acceso a los juegos, la posibilidad de jugar sin salir de la habitación y la percepción de la apuesta como un medio fácil de conseguir dinero actúan como incentivos.

Las primeras veces, ganar algo en una apuesta deportiva, en la ruleta electrónica o con el póquer online produce una satisfacción que no suele encender las alarmas. Más bien es percibido como un regalo, un beso del azar. Pero pronto se abre paso en la mente del jugador la idea del juego como un atajo para el éxito o para lograr lo que desea. “Voy a tener suerte” se repite.

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Y lo peor que le puede pasar es que la tenga. Ganar 17.000 euros —el sueldo de un año de mucha gente— en una apuesta en un partido de la Champions, como relató un ludópata a este diario, acaba siendo una trampa letal. Instaurada la adicción, el ludópata volverá a jugar lo que ha ganado y perderá, y luego jugará para recuperar lo perdido, y así en un bucle interminable de saldo siempre negativo. Con 1,5 millones de jugadores registrados, el decreto que prepara el Gobierno debe abordar la vulnerabilidad adicional que supone el juego online y examinar tanto el acceso como la publicidad.

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