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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado
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Los jóvenes marcan la diferencia

Jóvenes en Dar es Salaam. Foto Africa Renewal / Jonathan Kalan

Continuamente oímos hablar del enorme crecimiento económico que experimenta África subsahariana gracias, principalmente, a los beneficios que producen los recursos naturales. Sin embargo, la región tiene otro gran atractivo sin explotar y que serán el que realmente la ayude a crecer y sobre todo a cambiar: los jóvenes.

La población joven africana que alcanza la edad para trabajar está experimentando un ritmo de crecimiento muy rápido, tanto que es el mayor de todo el planeta. Se calcula que en este 2015, unos 14 millones de africanos y africanas se incorporarán al mercado laboral. Para 2031, cuando las niñas y los niños nacidos este año cumplan los 16, se habrán unido alrededor de 21 millones de jóvenes, anualmente. Esto, evidentemente, supondría un gran beneficio para los países de África subsahariana si realmente hubiera trabajo para todos. El peligro es el gran número de desempleados y dependientes de la economía informal que existe en el continente porque, dada la frustración que les genera su estado, se pueden convertir en una masa de descontentos que engorde las filas de revoluciones y revueltas.

Los indicadores del desarrollo mundial publicados por el Banco Mundial (BM) ponen de manifiesto que el elemento distintivo del total de los trabajadores africanos es su división entre los que se encuentran en áreas urbanas y los de las rurales. Estos últimos tienden a ocuparse en la agricultura o la ganadería, principalmente. Pero dado que la mayoría de las veces las condiciones en las que se desenvuelven estas actividades y los pocos o nulos beneficios que generan, muchos optan por emigrar a las grandes ciudades en busca de otro tipo de trabajos.

Naciones Unidas, en el informe World Urbanization Prospects, de 2014, dice que actualmente el 54 % de la población mundial vive en zonas urbanas, una proporción que se espera aumente hasta el 66 % antes del año 2050. Las proyecciones señalan que la urbanización, combinada con el crecimiento global de la población, puede añadir otros 2.5 mil millones de personas a los actuales habitantes de zonas urbanas para la misma fecha, con cerca del 90 % concentrados en Asia y África.

Este informe resalta que Nigeria será el tercer país del mundo, después de India y China, donde más crezca la población urbana, esperándose que unos 212 millones de personas se sumen a la ya existente.

Por su parte, un reciente estudio, publicado por Ernst & Young y titulado Megatrends 2015. Making sense of a world in motion, señala que ciudades como Lagos en Nigeria, Dar es Salaam en Tanzania y la capital de Angola, Luanda, serán las ciudades de África subsahariana donde la población joven experimente un crecimiento más rápido.

Este documento afirma que la demografía de las grandes urbes está moviéndose hacia una población cada vez más joven. Los grandes centros urbanos africanos juegan con ventaja en este campo ya que cada vez sus habitantes son más jóvenes, mientras que en el resto del mundo los residentes de las ciudades tienden a envejecer. Ernst & Young predice que para el año 2030, el 90 % de los jóvenes urbanos residirá en alguna de las ciudades ubicadas en una de las economías que más rápidamente crecen en África subsahariana.

El informe afirma que esta población joven puede ayudar a crear una numerosa y productiva fuerza laboral muy beneficiosa para estos países africanos, pero que también puede suponer un elemento desestabilizador en países con alta tasa de paro juvenil.

Hasta ahora, la realidad en África subsahariana es que cuanto mayor es la urbanización de un país, más crece el número de desempleados y de personas que trabajan en el sector informal. Otro elemento a tener en cuenta es que cada vez hay más jóvenes que estudian pero que luego no encuentran un trabajo que se corresponda con su preparación.

De todas formas, que la población juvenil crezca siempre será una ventaja sobre las ciudades pobladas por gente mayor y envejecida, donde los ancianos dejan sus puestos de trabajo y no existe una fuerza joven preparada para reemplazarles, un fenómeno muy común en Europa, pero también cada vez más en Asia y Sudamérica. Esto podría resultar en un desplazamiento de trabajos hacia las grandes ciudades africanas.

Así, al menos, lo señala el informe del Estado de la población mundial 2014, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), al afirmar que el milagro económico que experimentó en su día el sureste asiático, de aquí a pocos años puede ser una realidad en muchos de los países de África subsahariana.

Cada día más, señala Ernst & Young, la distancia entre las “economías maduras” y las que están “creciendo rápidamente” se está acortando y esto se debe, sobre todo, a la fuerza de los jóvenes. Aquí, también, juega un papel muy importante la clase media africana con su demanda de servicios y bienes y su capacidad de emprendimiento e invención.

Sin embargo, toda esta ventaja que supone el disponer de una población joven y dispuesta a trabajar e innovar puede terminar en fracaso si los gobiernos africanos no implementan políticas que preparen a los jóvenes y que les permitan participar activamente en la toma de decisiones que afectan a sus vidas y así poder diseñar su propio futuro. Aquí radica el punto que puede marcar la diferencia entre una economía que crezca y promueva un desarrollo sostenible y se beneficie de todas las oportunidades que una creciente población joven puede aportar, de las que solo buscan mano de obra barata y semi-esclava para presumir de cifras macroeconómicas.

Algunos países están optando por la capacitación y formación de sus jóvenes, pero todavía la inversión de los gobiernos africanos en educación deja mucho que desear.

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