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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ante todo, colaborar

La amenaza yihadista es un hecho y todas las instituciones tienen que volcarse en combatirla

La detención por parte de los Mossos d’Esquadra de 11 miembros de una célula yihadista que reclutaba combatientes para el Estado Islámico y que planeaba presuntamente atentar en Cataluña demuestra que la amenaza del terrorismo islamista se mantiene alta en nuestro país. Hay que felicitarse de que la excelente labor policial haya culminado con éxito una investigación que comenzó hace 13 meses y que en diciembre pasado permitió el arresto en Bulgaria de tres combatientes reclutados por la célula, que pretendían llegar a Siria para unirse al Ejército Islámico, aunque parece que otro de ellos ha alcanzado su objetivo.

El hecho de que entre el material intervenido figuren planos y fotografías de algunos edificios emblemáticos y sedes de instituciones catalanas, además de instrucciones para la fabricación de explosivos, indica la peligrosidad de la célula desarticulada. Con estas detenciones son ya 38 las personas arrestadas en lo que va de año.

Desde que grupos islamistas radicales lograran controlar un importante territorio entre Siria e Irak, la yihad ha entrado en una nueva fase en la que la internacionalización del conflicto pasa por perpetrar atentados y causar el terror en los países democráticos; pero también por el incremento de combatientes para reforzar sus posiciones en ese territorio. El grupo desarticulado en Cataluña es un ejemplo de esa doble función, como medio de reclutamiento y como célula dormida capaz de atentar en el lugar donde se ubica.

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Otra constatación inquietante es el hecho de que de los 11 detenidos (diez hombres y una mujer), cinco eran musulmanes conversos, cuatro de ellos españoles y uno uruguayo. Como ya se ha observado en atentados cometidos en Francia o Gran Bretaña, la creciente presencia de conversos, educados en sociedades democráticas, exige indagar con mayor profundidad la naturaleza de este fenómeno. Podría indicar que el radicalismo yihadista se está convirtiendo en un modo de canalizar un tipo de frustraciones que no tienen su origen tanto en cuestiones religiosas, como identitarias y sociales.

En cualquier caso, hay que ser conscientes del peligro potencial y de la prioridad absoluta que debe darse al control de este problema. Para ello no hay medio más eficaz que garantizar los recursos necesarios para una labor policial preventiva basada en tareas de información y vigilancia. La amenaza es real, los temores son plenamente fundados y la respuesta no puede ser otra que un grado elevado de colaboración policial e institucional.

Hay que huir, por ello, de cualquier intento de instrumentalizar políticamente la persecución del terrorismo yihadista, y alguna tentación ha habido a raíz de las detenciones en Cataluña. La unidad, la cooperación y el espíritu constructivo refuerzan las defensas contra una lacra que, cuando consigue golpear, causa un enorme sufrimiento. Mejor que llorar por las víctimas es evitar que las haya, y para ese objetivo, todo esfuerzo y toda colaboración son pocos.

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