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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rajoy tapona la herida

El presidente trata de aplazar la crisis del PP en beneficio de recuperar votos perdidos

Mariano Rajoy se considera capacitado para superar la decepción con el Partido Popular de buena parte de sus votantes, que alimenta la importante bolsa de abstención y de cambio de preferencias observada por las encuestas desde el otoño de 2012, y confirmada por las últimas citas con las urnas (europeas de 2014, andaluzas de 2015). No cabe interpretar de otra forma su discurso ante más de 500 cargos del partido, precedido de declaraciones a la radio pública. El presidente del Gobierno y del PP todavía cree posible llegar a las elecciones generales en condiciones, si no de repetir la mayoría absoluta, sí, al menos, de obtener una posición lo suficientemente honrosa como para asegurarse de que la gobernabilidad pase por su partido.

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Por eso le urgía taponar la herida abierta por el mal resultado andaluz, que ha provocado chispazos entre dirigentes temerosos de resultar sacrificados o necesitados de situarse ante una presunta operación sucesoria. El presidente deja clara su nula voluntad de cortar cabezas en el partido y mantiene la composición del Gobierno —aunque sin descartar “pequeños cambios” tras las elecciones municipales y autonómicas—, de forma que su intención es evidente: que cada candidato a las urnas del 24 de mayo aguante su vela firmemente bajo la marca del PP.

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Las dificultades de gobernabilidad que se van a plantear tras las municipales y autonómicas pueden servirle de palanca para recuperar votos de centroderecha indecisos o infieles. No es improbable que se deje tentar por la idea de esgrimir o yo, o el caos (entendiendo por caos las alianzas de varios partidos para hacer morder el polvo al PP) como baza para recuperar votos conservadores en nombre de la estabilidad; además de capitalizar tanto la recuperación económica como la menor virulencia del conflicto constitucional planteado por el independentismo catalán.

Su problema son las poselecciones. Si el PP sale de las urnas como primera fuerza, pero sin mayorías absolutas, habrá de buscar acuerdos. Y pactar apenas forma parte de la cultura del Partido Popular, ni tampoco de la trayectoria de Rajoy, acostumbrado a mandar casi en solitario y a moverse entre reducidos círculos.

Es verdad que el PP no ha definido aún claramente su estrategia respecto al PSOE. Por el contrario, es evidente su antipatía por Ciudadanos, la opción que parece en condiciones de arrebatarle electores desencantados entre sectores jóvenes y urbanos. Por eso, la necesidad de preservar futuros terrenos de entendimiento hace incomprensible que Rajoy pase por alto los garrafales errores cometidos por quienes han pretendido golpear a Ciudadanos con argumentos de un primitivismo impropio de políticos serios.

En todo caso, sólo una derrota muy grave, que provocara la pérdida de millares de cargos municipales y autonómicos, aceleraría las tentaciones internas de responsabilizar de todos los males al presidente. Del tamaño de esa pérdida puede depender que Rajoy logre salvar los muebles.

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