Una historia maravillosa
A sus 86 años, John Nash acaba de recibir el Premio Abel de matemáticas tras décadas de convivencia con la esquizofrenia
El nombre de John Nash, como el de Stephen Hawking, quedará para siempre asociado a la reconfortante idea de que, pese a sufrir la más terrible de las adversidades, es posible alcanzar las más altas metas. Ambos lo han conseguido gracias a una mente maravillosa capaz de remontar los obstáculos de una patología altamente invalidante, y su vida ha sido llevada al cine como un ejemplo de superación. Si en el caso de Hawking esa mente ha producido las más brillantes investigaciones pese a estar atrapada en un cuerpo atrofiado, el de Nash es doblemente meritorio, pues ha tenido que pasar por encima de una enfermedad, la esquizofrenia, que afectaba gravemente al funcionamiento del propio cerebro.
A sus 86 años, John Forbes Nash acaba de recibir el Premio Abel que otorga la Academia Noruega de Ciencias y Letras, considerado el Nobel de las matemáticas. Se lo han concedido, junto a Louis Niremberg, por sus aportaciones sobre ecuaciones no lineales en derivadas parciales, una teoría que ha tenido enorme repercusión en diversos ámbitos científicos, desde la química y la física cuántica, a la biología de sistemas o las finanzas.
Nash ya recibió en 1994 el Premio Nobel de Economía por su contribución a la teoría de juegos, con lo que se convierte en uno de los matemáticos con mayor reconocimiento. Y eso a pesar de que en 1958, cuando apenas tenía 29 años y se encontraba en su momento más creativo, le fue diagnosticada la enfermedad que frenó en seco su vida académica.
La esquizofrenia es una dolencia terrible, porque hace que la mente se disocie y cree una realidad paralela en forma de delirios que, en la mente de quien la sufre, tiene la misma fuerza que la real. En algunos casos esta dolencia comporta una pérdida cognitiva y siempre va acompañada de una tendencia al aislamiento social.
Pero después de un largo periodo de hospitalizaciones y reclusión, Nash fue capaz de utilizar su propia fuerza mental para doblegar las alucinaciones y preservar espacios de lucidez que le permitieron volver a dar clases en la Universidad de Princeton. Las recompensas le llegaron, como se ve en la película Una mente maravillosa, cuando ya llevaba décadas de convivencia con la esquizofrenia. Son historias maravillosas que reconfortan en medio de tanta tragedia.
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