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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

Del campo al consumidor ¿Qué quiere la gente?

Por Teresa Rodríguez Pierrard, responsable de comunicación de Amigos de la Tierra

¿Frutas que parecen recién salidas del museo de cera? ¿magdalenas que saben a corcho? ¿abrir un envoltorio, y otro, y otro, y otro hasta llegar al alimento que en realidad hemos comprado? ¿Realmente quiere esto la gente? Tal y como funciona nuestro modelo actual, intuitivamente la respuesta podría ser que sí, pero la verdad es que desde la ciudadanía queremos una comida sana, justa y respetuosa con el medio ambiente, una alimentación ecológica y local. Así lo confirma la conclusión de una encuesta elaborada por Amigos de la Tierra en ocho países de la Unión Europea.

Los resultados muestran como un 89% de la gente considera que fomentar la producción de alimentos locales se asocia a la creación de empleo, y a su vez el 91% cree que las administraciones deben fomentar la producción de alimentos locales. Y es que la ciudadanía no sabe bien dónde comprar este tipo de alimentos, y normalmente optan por acudir al establecimiento más cercano, lo que nos hace pensar que si existiese una oferta más amplia y accesible, una gran parte de la población consumiría alimentos locales. Sin embargo, a pesar de la voluntad ciudadana y el potencial en la generación de trabajo, la producción local no se fomenta desde ningún organismo público.

Es verdad que nuestros ritmos de vida nos impiden destinarle un buen rato a decidir qué vamos a comer y sobre todo en qué condiciones sociales y ambientales se ha producido nuestra alimentación. Y precisamente por este motivo es indispensable fomentar opciones que nos permitan elegir el tipo de alimentación que queremos, una decisión que implica disponer de comercios cercanos con productos locales a la venta.

Aunque es evidente la necesidad de más apoyo público, tenemos que reconocer que la ganadería y la agricultura industrial están forzando tanto la maquinaria de la alimentación, que ellas mismas han terminado siendo un detonante para que la gente empiece a escoger una comida que va del campo al consumidor, alejada de los grandes supermercados y las grandes cadenas de alimentación.

Todavía ha de generalizarse y visualizarse más la alternativa, pero está claro que va creciendo con cada temporada. Los productores, los grupos de consumo, los mercados, las huertas propias, y las pequeñas tiendas, están transformando los modos de entender del mundo.

Muchas veces no somos del todo conscientes de lo que implica nuestra alimentación. Se trata de una responsabilidad infinita que desconocemos, una larga concatenación de elementos a los que cuesta seguir la pista. Si ya es difícil que las grandes cadenas nos informen sobre la procedencia de los productos en sus etiquetas, parece mucho pedir que respondan a las demandas de información ciudadana, cuando en realidad debería ser una responsabilidad empresarial. Preguntas como: cuáles son las condiciones de su personal; han deforestado para cultivar; han expulsado a gente de sus tierras, y por tanto se les ha privado de su modo de vida; qué pesticidas, herbicidas e insecticidas, se han utilizado; cuál ha sido el procesamiento que se ha dado a los alimentos; cuál es la procedencia de sus envases…, una larga lista de etcéteras, difícil de determinar por un ciudadano o ciudadana en su día a día.

Una situación bien distinta es la que nos ofrecen los productores y productoras locales, de comercio justo y ecológico. Comprar local y ecológico es una forma saludable de tratar nuestro cuerpo, pero también comporta muchos otros beneficios para mejorar situaciones que catalogaríamos como injustas.

Si en algún momento nos hemos planteado que es necesario cambiar el mundo, nuestra alimentación es una herramienta indispensable para avanzar a una sociedad más concienciada, donde las personas y nuestro entorno sean el centro de las políticas. 

Aquí puedes ver los resultados de la encuesta realizada por Amigos de la Tierra

Imágen cedida por Amigos de la Tierra

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