_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Obama contra el ‘obamacare’

Si EE UU logra obligar a India a endurecer sus leyes sobre patentes de medicamentos, el cambio dañaría a los países en desarrollo y consagraría un sistema corrupto

La Ley de atención médica asequible y protección a los pacientes de Estados Unidos, la reforma de la atención de la salud, marca distintiva del presidente Barack Obama, ha logrado ampliar la cobertura del seguro médico a millones de estadounidenses que no habrían podido tenerlo. Y en contra de las advertencias de sus críticos, no ha provocado que aumenten los precios de la atención a la salud, de hecho, hay esperanzas de que la curva de los precios por fin esté comenzando a disminuir.

No obstante, no es seguro que el llamado Obamacare vaya a poder limitar los costes excesivamente altos de la atención médica. Eso dependerá de las demás políticas de la administración Obama, sobre todo en una esfera que puede parecer ajena a este tema: las discusiones en curso con India sobre la propiedad intelectual. En este punto, parece que Obama está decidido a socavar su propia reforma debido a la presión del poderoso lobby farmacéutico estadounidense.

Los costes farmacéuticos representan un componente cada vez más grande del gasto en atención a la salud de los Estados Unidos. En efecto, la proporción de gastos en fármacos en el PIB casi se ha triplicado en apenas 20 años. Así pues, reducir los costes de la atención sanitaria requiere mayor competencia en la industria farmacéutica, y eso significa permitir la fabricación y distribución de medicamentos genéricos. En cambio, la administración Obama está buscando un acuerdo con India que debilitaría la competencia que representan los genéricos y, de este modo, haría que los medicamentos que pueden salvar vidas fueran inasequibles para miles de millones de personas en aquel país y en otros lugares. Esto no es una consecuencia involuntaria de una política que por lo demás tuviera buenas intenciones; es el objetivo explícito de la política comercial de los Estados Unidos.

Las grandes compañías farmacéuticas multinacionales han estado trabajando desde hace mucho para bloquear la competencia de los genéricos. Sin embargo, el enfoque multilateral a través de la Organización Mundial del Comercio ha resultado menos efectivo de lo que se esperaba, así que ahora están tratando de conseguir ese objetivo mediante acuerdos bilaterales y regionales. Las recientes negociaciones con India, que es la principal fuente de medicamentos genéricos para los países en desarrollo, son parte esencial de esta estrategia.

En los años setenta el país asiático abolió las patentes farmacéuticas y creó una industria de medicamentos genéricos avanzada y eficiente, capaz de facilitar tratamientos baratos a todo el mundo en desarrollo. Eso cambió en 2005 cuando el Acuerdo sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (Acuerdo sobre los ADPIC) de la OMC obligó a India a permitir las patentes.

Sin embargo, en opinión de la industria farmacéutica, el acuerdo sobre los ADPIC no fue suficiente. Por lo tanto, el deseo del gobierno de la India de mejorar sus relaciones comerciales con los Estados Unidos da a la industria una oportunidad ideal para complementar lo que los ADPIC no cubrieron y obligar a la India a facilitar la obtención de patentes y a reducir la disponibilidad de los genéricos de bajo coste.

Parece que el plan está funcionando hasta ahora. En otoño, durante su visita a EE UU, el primer ministro indio, Narendra Modi, estuvo de acuerdo en que se estableciera un grupo de trabajo para reevaluar la política de patentes del país. Los participantes estadounidenses en el grupo estarán dirigidos por la Oficina del Representante de los Estados Unidos para las Cuestiones Comerciales, que promueve los intereses de las compañías farmacéuticas y no, por ejemplo, por la Academia Nacional de Ciencias (National Academy of Sciences), la Fundación Nacional de Ciencias (National Science Foundation) o la Agencia Nacional de Investigación Médica (National Institutes of Health).

¿Cómo puede India reforzar su sistema de patentes? Para empezar, podría flexibilizar la definición de lo que es un producto "novedoso" y que por lo tanto merece protección en materia de propiedad intelectual. Actualmente, establece condiciones muy estrictas y niega patentes para combinaciones nuevas de compuestos que ya existen. India también podría dejar de emitir licencias obligatorias para permitir que otras empresas produzcan el medicamento de un titular de patente a cambio de un derecho –práctica permitida en el marco del Acuerdo sobre los ADPIC pero que es un anatema para la industria farmacéutica.

La política actual de India permite que los medicamentos se vendan a una fracción del precio monopólico fijado por los titulares de las patentes. Por ejemplo, un tratamiento con Sovildi contra la hepatitis C se vende en EE UU por 84.000 dólares (casi 75.000 euros). Los fabricantes indios pueden vender la versión genérica por menos de 1.000 dólares por tratamiento (890 euros). El precio genérico significa de cualquier modo un gasto enorme para quienes ganan apenas unos dólares al día, pero, a diferencia del precio en EE UU, es una cantidad que muchos gobiernos y ONG pueden pagar.

Este no es, en absoluto, un ejemplo aislado. Los medicamentos genéricos de bajo coste han hecho posible que decenas millones de personas con VIH/sida en países en desarrollo accedan a un tratamiento. De hecho, la decisión de las principales compañías farmacéuticas de poner algunos medicamentos a disposición de los pobres a precios bajos se debe, en parte, a la amenaza de la competencia de los genéricos de India. Si EE UU obliga a India a endurecer sus reglas sobre las patentes de manera sustancial, de modo que se asemejen más a las normas estadounidenses, la meta de las empresas farmacéuticas estaría en riesgo.

Naturalmente, si el estricto régimen de patentes de EE UU fuera la mejor forma de promover la innovación en la industria farmacéutica, como sostienen sus defensores, tal vez podría justificarse la política de la administración Obama hacia la India. Pero eso no es así.

Puesto que las patentes son básicamente monopolios concedidos por los gobiernos, éstas generan las mismas ineficiencias y conducta interesada en ganancias como cualquier otra distorsión del mercado. Una patente que aumenta el precio de un medicamento cien veces tiene el mismo efecto en el mercado que un arancel de 10.000 por ciento. En casos así, las empresas farmacéuticas tienen incentivos poderosos para desinformar a los médicos y el público sobre la seguridad y eficacia de sus productos, e incluso promover sus medicamentos para usos inapropiados mediante pagos complementarios innovadores y con ello persuadir a los doctores para que los receten.

Asimismo, la investigación promovida por una patente impulsa la opacidad de información, pues las compañías solo revelan la información necesaria para adquirir la patente. Sin embargo, la transparencia es crucial para que haya un avance científico efectivo. Muchos economistas, incluidos los autores, han sugerido una variedad de alternativas a la I+D promovida por patentes y comprobación que eviten estos problemas.

Si la administración Obama logra obligar a India a endurecer sus reglamentación de patentes, el cambio no solo dañaría al país asiático y otros en desarrollo, sino que también consagraría un sistema de patentes manifiestamente corrupto e ineficiente en EE UU, con el que las compañías aumentan sus ganancias eliminando a la competencia –dentro y fuera del país–. Después de todo, los medicamentos genéricos de India, a menudo, se convierten en la opción más asequible en el mercado estadounidense una vez que han vencido las patentes.

Obama hizo bien en impulsar una reforma a los servicios de salud que resultaría en un mayor acceso y eficiencia del sector. En sus negociaciones con India, la administración Obama está emprendiendo una política que desafía estos objetivos, que tiene consecuencias no solo para el India o EE UU, sino para todo el mundo.

Dean Baker es codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas en Washington, DC. Arjun Jayadev es profesor de Economía de la Universidad de Massachusetts. Boston es coeditor de la Revista científica “Journal of Globalization and Development”. Joseph E. Stiglitz es Premio Nobel de Economía, profesor de la Universidad de Columbia, y su libro más reciente en coautoría con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.

Copyright: Project Syndicate, 2015.

Traducción de Kena Nequiz.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_