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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gestionando el pánico

Indignación en Italia por la invitación de una universidad al capitán Schettino

MARCOS BALFAGÓN

La elección del capitán Francesco Schettino para dar una lección magistral en la Universidad romana de La Sapienza ha desatado una tormenta en el centro educativo italiano. Schettino acaba de ser condenado a 16 años de prisión por su responsabilidad en el naufragio del crucero de recreo Costa Concordia, acaecido en la noche del 13 de enero de 2012 y que se saldó con 32 muertos. El marino no es precisamente popular en Italia, tanto por las decisiones que tomó y que llevaron el buque a encallar como por su comportamiento posterior, basado fundamentalmente en una doble estrategia: ponerse a salvo y escurrir el bulto. Schettino fue invitado a La Sapienza a dar una conferencia sobre Gestión del pánico y durante dos horas disertó en la prestigiosa universidad sobre cómo actuar en situaciones de peligro. El rector, Luigi Frati, ha pedido explicaciones y ha calificado la invitación de “indigna”.

Probablemente, el rector tenga razón, pero tal vez podría ver las cosas desde otra perspectiva. Al fin y al cabo, Schettino controlaba perfectamente el pánico que cualquiera de nosotros sentiría al comandar un mastodonte de más de 60.000 toneladas con 4.229 pasajeros a bordo, Y lo siguió controlando cuando subió al puente de mando a una amiga para presumir. Por no mencionar su perfecto autocontrol cuando, para impresionarla, acercó el buque de forma temeraria a la costa de la isla de Giglio. Pero Schettino se reveló como un auténtico maestro de la sangre fría algo más tarde.

Cuando el barco encalló y comenzó a escorarse peligrosamente, el capitán se encaramó al costado, ignoró como si nada a pasajeros y tripulación y dio las órdenes pertinentes para ser trasladado sano y salvo a tierra junto a su amiga. No se descompuso lo más mínimo cuando el comandante de Livorno, Gregorio Di Falco, le llamó y le ordenó aquello de: “¡Suba al barco, coño!”. Una muestra de que Di Falco no sabía controlarse frente a la pachorra de Schettino. No es de extrañar que el primero haya terminado en labores de papeleo y el segundo, invitado por la Universidad. Al fin y al cabo ha demostrado cómo gestionar el pánico; el propio.

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