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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los ingredientes de la tortilla

Algunas preguntas para obtener la nacionalidad española rozan el ridículo

Marcos Balfagón

Cada año, alrededor de 100.000 extranjeros solicitan la nacionalidad española. Para obtenerla, hay requisitos objetivos, como presentar documentos que prueben que el aspirante lleva residiendo un determinado número de años (entre dos y diez, según el origen). Y hay otros más subjetivos, como los exámenes a través de los cuales se mide el conocimiento del idioma y la integración en la sociedad.

A falta de un cuestionario estándar (que sería poco útil dado que los candidatos se lo aprenderían de memoria), los jueces disponen de un inagotable temario con el que elaborar los test de españolidad. Lo lógico sería pensar que son pruebas sobre cultura general, tradiciones, instituciones del Estado... Pero no siempre es así. En algunos casos hay preguntas hueso —“nombre de tres escritores del Siglo de Oro”—, que muchos castizos de pura cepa no sabrían contestar; hay preguntas trampa (“qué río une Madrid y Barcelona”), y otras tan surrealistas que rozan el ridículo.

Algunos jueces parecen tomarse a broma la tarea. Solo así se explica que interroguen sobre “qué personaje televisivo mantuvo una relación con un conocido torero” o “qué torero es conocido por su muerte trágica”. Podríamos llegar a la conclusión de que para obtener la nacionalidad española bastaría con ver Sálvame.

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Hay otros test más serios que inquieren sobre el nombre de cinco reyes de España, el apelativo de la primera Constitución o la función de los delegados del Gobierno. Ahora bien: si el extranjero ignora los ingredientes de una tortilla española o no sabe quién es Rafa Nadal, es probable que no pase la criba.

En todos los países existen mecanismos para evaluar a quienes quieren abrazar su nacionalidad. Y es bueno que las autoridades tengan instrumentos para llevar a cabo la tarea, pero sabiendo que no se trata de valorar el nivel cultural sino de medir el grado de adaptación de los foráneos. Ante tan dispares (y a veces delirantes) pruebas sería oportuno que se pudiera establecer un conjunto de criterios a la hora de fijar el temario de los exámenes oficiales. Por el bien de todos.

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