Pragmatismo en Túnez
Con la elección de presidente, el país árabe culmina sin convulsiones su viraje democrático
Túnez ha recorrido un largo camino desde que hace cuatro años un vendedor callejero se prendiera fuego y las llamas de la ahora extinguida primavera árabe se extendieran a Egipto, Siria, Yemen o Libia. Pese a peligrosos altibajos, el pequeño país norteafricano ha conseguido evitar desde la caída del dictador Ben Alí el sangriento caos que azota todavía a otros que intentaron también zafarse de sus tiranos. Por eso representa un hito que acabe de culminar su transición democrática con la primera elección presidencial libre tras su independencia de Francia, en 1956. Decidida la jefatura del Estado, Túnez tendrá por fin un Legislativo y un Ejecutivo con cinco años de mandato.
Si Beyi Caid Essebsi, un casi nonagenario que ocupó puestos relevantes en dos sucesivas e interminables dictaduras, va a estar a la altura de las circunstancias está por verse. Frente a los muchos tunecinos que han escuchado su mensaje de restaurar la prosperidad económica y la seguridad, están quienes justificadamente le ven como un representante disfrazado de los tiempos oscuros. El más que veterano político, sin embargo, ha dado muestras de pragmatismo desde que formara hace dos años Nidá Tunis, un partido laico, aluvión de izquierdistas, liberales y figuras del antiguo régimen, vencedor de las elecciones del pasado octubre.
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Durante ese tiempo, Essesbi y sus desgastados adversarios islamistas de Ennahda, segundos más votados en los recientes comicios parlamentarios, han sido capaces de dialogar, de mejor o peor grado, en beneficio de Túnez. La inusual cooperación ha salvado a Túnez del abismo, y podría reverdecerse en el nuevo Gobierno, ahora un Ejecutivo tecnocrático interino. Pese al foso ideológico entre el islamismo moderado de Ennahda y el partido presidencial, ambas formaciones tienen puntos de vista parecidos sobre el rescate de la postrada economía tunecina.
Ante Túnez se ha abierto un horizonte de esperanza y es poco probable que, de pretenderlo, Essebsi pudiera hacer retroceder el reloj de la democratización. Escarmentados por medio siglo de dictadura, los tunecinos han recortado drásticamente los poderes presidenciales en su primera Constitución posrevolucionaria. Bajo la nueva ley fundamental, aprobada en enero y sin precedentes en el mundo árabe, el jefe del Estado comparte cualquier decisión relevante con el primer ministro y con el Parlamento.
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