La política del ocultamiento
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner encabezó el acto por el aniversario de la recuperación de la democracia con un discurso plagado de expresiones desafortunadas. Su ataque contra quienes denominó “los sicarios mediáticos y sus secuaces judiciales” constituyó una demostración más del desprecio que tiene la primera mandataria por la libertad de prensa y por los jueces que actúen con independencia del poder político. Sin embargo, hubo una frase presidencial que no provocó menos sorpresa. Se produjo cuando la jefa del Estado indicó que no iba a dejarse extorsionar por nadie, ya que no tenía “nada que ocultar”. No puede menos que llamar poderosamente la atención que Cristina Kirchner afirme que no tiene nada que ocultar, cuando pocas semanas atrás la Secretaría General de la Presidencia, a cargo por entonces de Oscar Parrilli, le negó al sitio de Internet no partidario chequeado.com una copia del diploma de abogada de la presidenta.
La presidenta dice que no tiene nada que ocultar. Sin embargo, dos años atrás, al contestar una pregunta de estudiantes de la prestigiosa Universidad de Georgetown acerca de su abultado crecimiento patrimonial, esgrimió que tal enriquecimiento obedecía a que siempre fue una “exitosa abogada”.
Si la primera mandataria no tiene nada que ocultar, cabría preguntarse por qué, hasta hoy, no se conocen la ruta y el destino precisos de los aproximadamente 500 millones de dólares que, durante la gestión de su esposo como gobernador de Santa Cruz, fueron enviados al exterior.
Buenos Aires, 17 de diciembre.
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