Bolas de fuego por San Valentín
Los meteoros que estallan en la atmósfera no caen aleatoriamente durante el año Investigadores españoles descubren pautas que se repiten en determinadas fechas
"El suceso no puede ser más ruidoso. ¡Ahí es nada el espectáculo de ver y oír estallar un bólido! El resplandor vivísimo que riñe durante un segundo con la luz del Sol y la vence, pareciendo como que se incendia la atmósfera; el estrépito intenso y prolongado que hace trepidar paredes que se estremecen y cristales que se rompen; la muchedumbre de las calles que corre y se atropella y gime como un día siniestro de milenario". Así describía en 1896 la revista madrileña Nuevo Mundo el estallido de un bólido sobre la capital española provocando el pánico de sus habitantes. Estos meteoros, como sucedió en 2013 sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk, rasgan la atmósfera y estallan con fuerza en el cielo, provocando un terrible estruendo y un gran fogonazo. El madrileño sucedió un 10 de febrero, el ruso un 15 de febrero. ¿Casualidad? Puede que no.
Es una prueba directa de que la Tierra cruza órbitas de pequeños asteroides que podrían impactar contra ella", aseguran
Investigadores españoles de la Universidad Complutense de Madrid llevan varios años buscando pautas en estos eventos, los bólidos y superbólidos que ciegan y asustan a poblaciones enteras, para comprobar que estos meteoros no caen aleatoriamente a lo largo del año: creen que siguen una pauta anual y se repiten fechas en torno a las que se multiplican los eventos. Como explica Alejandro Sánchez, investigador de la Universidad Complutense, en los últimos años se ha descubierto que hay épocas en las que parece haber más bólidos que en otras; junto a su compañero Francisco Ocaña decidieron estudiar hasta qué punto es cierto. "Hemos observado que hay fechas en las que se acumulan los casos y no hay manera de explicar esa acumulación", resume Sánchez.
Sánchez y Ocaña han dado con una cantidad extraordinaria de bólidos vistos por la población en torno a mediados de febrero y alrededor del 23 de julio: numerosos casos (como los mencionados al comienzo) se concentran en esas fechas en una cantidad que excluye que se pueda deber a la casualidad. Todo sugiere a que podría deberse a grupos de asteroides que viajan juntos por el Sistema Solar y que, puntualmente, se cruzan cada año en el camino del planeta Tierra, generando esos bombazos en los cielos. "Es una prueba directa", aseguran, "de que la Tierra cruza órbitas de pequeños asteroides, muchos aún no descubiertos, que podría impactar contra ella".
¿Cómo conseguir información de estallidos en los cielos que se han dado a lo largo de la historia? Los investigadores han pasado todos estos años buceando en las hemerotecas, buscando noticias en las que se hable de sucesos compatibles con un bólido de gran tamaño, eventos serios: "Buscamos fogonazos comparables con el brillo de la luna llena, en algunos casos tan brillantes como si se hiciera de día, que generan eco en muchas partes del mundo". Una de sus principales fuentes de información ha sido el archivo de The New York Times, pero también el de EL PAÍS y otros diarios españoles en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional. "La gente lo describe como cañonazos en el cielo: son sustos muy importantes", afirma Sánchez. Para repasar cientos de referencias han contado con la ayuda de estudiantes de física de la Universidad Complutense, miembros de la asociación astronómica universitaria ASAAF.
En abril, se sumó una fuente de información muy interesante. El Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares hizo público un listado de explosiones registradas por la organización que, a pesar de tener la fuerza de una bomba atómica, se debían a impactos de asteroides contra la atmósfera. Los datos, que corresponden a una horquilla de tiempo breve (2000-2013), también coinciden. Además, continúan recopilando información de otras fuentes y archivos, como estudios históricos que se remontan al 76 antes de Cristo, y que corroboran sus observaciones. Algunos de estos eventos tuvieron tal impacto en la sociedad que hasta quedaron inmortalizados en obras de arte, como el gran meteoro del 20 de julio de 1860 o la procesión de meteoros del 9 de febrero de 1913.
Hay fechas en las que se acumulan los estallidos en el cielo y no hay manera de explicar esa acumulación
"La explicación más simple es que estas acumulaciones se deben a la fragmentación o colisión de un asteroide potencialmente peligroso cercano a la Tierra con otro fragmento menor o que debido a la alta rotación de alguno de estos se disgregue", explica Sánchez, recordando que las colisiones entre estos objetos espaciales no son tan raras y que tienen poca consistencia, por lo que es facil que se troceen. Precisamente este fin de semana se pudo disfrutar de las Gemínidas, una lluvia de meteoros que se cree que surgió de esta manera. Sánchez también apunta a la posibilidad de que haya zonas de la órbita terrestre atravesadas por más asteroides de lo normal.
Ya teníamos noticia de las lluvias de meteoros, pequeñas partículas que se convierten en estrellas fugaces ante nuestros ojos. Pero estos eventos explosivos exigen encontronazos con rocas espaciales de mayor tamaño. Los hermanos Carlos y Raúl de la Fuente también han trabajado con las explosiones detectadas contra los ensayos nucleares y coinciden en que se dan pautas incompatibles con la aleatoriedad: "Si nos restringimos a una escala temporal de unos cuantos cientos de años, la órbita de nuestro planeta pasa por los mismos puntos del Sistema Solar en los mismos días. Si hay un grupo de objetos siguiendo una órbita similar entre ellos y pasan por un cierto punto del espacio por el que también pasa la Tierra, los encuentros entre el grupo de pequeños asteroides o corriente de meteoroides se producirán aproximadamente en las mismas fechas", razona Carlos de la Fuente.
Estas corrientes de asteroides estarían pastoreadas por la gravedad de planetas como Júpiter. Precisamente, estos investigadores descubrieron que el superbólido que estalló sobre Cheliábinsk formaba parte de una familia de asteroides que le acompañaban en su viaje espacial. Josep Maria Trigo, especialista en este campo, considera el trabajo de Sánchez y Ocaña "una tarea ingente y muy loable". "Los resultados son interesantes y parecen indicar que algunas lluvias de meteoros asociadas a asteroides y cometas producen grandes bólidos", defiende Trigo, aunque asegura que el listado tiene un "sesgo importante" al tratarse de observaciones. La NASA hizo público hace unas semanas un mapa de impactos de asteroides, que dentro de unos meses vendrá acompañado de fechas exactas desde 1994 y que los investigadores ya esperan con ansia para poder cotejar datos.
¿De qué sirve saber que por San Valentín es más probable sorprenderse con una bola de fuego en los cielos? Quizá para conocer mejor los millones de objetos que nos rozan (y amenazan) en nuestro viaje espacial. O quizá, más sencillo, para que el susto no sea tan grave, como reseñaba Nuevo Mundo en 1896: "Abundan por ahí los espíritus fuertes que nos dicen que ellos no se asustaron, y ¿cómo podrían espantarse ellos si ya saben lo que son aerolitos con todas sus leyes físicas, mecánicas y tal?".
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