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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

El 41 que se convirtió en 3052

Ángeles Jurado
Inauguró el acto de presentación de su libro bailando un tema de su Senegal natal y lo cerró afirmando que no deseaba que la gente lo comprara si no lo iba a leer. "No quiero que termine en un rincón de la casa o en la basura. Si lo leen, hasta yo se lo regalo", desafió al público, no muy numeroso pero entregado, que le vino a escuchar a Casa África.
Mamadou Dia. Foto: Joan Tusell Prats
Mamadou Dia llegaba a Las Palmas de Gran Canaria desde Murcia, pero antes -allá por 2006- desembarcaba en La Gomera procedente de PIlot, en Gandiol, cerca de Saint Louis. Arribó en patera a la isla colombina, con 85 personas más apretujadas en apenas 12 metros de cubierta de madera. Les rescataron cerca de Canarias, en alta mar, y los condujeron hasta tierra. A él le escribieron un 41 en la mano. Fue su nombre durante las dos semanas en las que le custodió el estado español. Después lo depositaron en Murcia. Se separó por el camino de dos hermanos con los que hizo la travesía y a los que tardó seis y dos años en volver a ver. Estaban en otras dos ciudades de España, a pocos kilómetros de Mamadou, pero él no tenía papeles ni dinero para reunirse con ellos. La precariedad y el miedo sustituyeron a sus hermanos a su vera.
BAILE
Mamadou Dia baila. Imagen: Joan Tusell Prats
Mamadou estuvo en Gran Canaria presentando su libro 3052. Persiguiendo un sueño. La empresa y consultora Looking for Development y la Federación de Asociaciones de Africanos en Canarias lo trajeron como parte de un proyecto editorial y de sensibilización. Pasó por la Biblioteca Insular, la Alianza Francesa, un par de institutos y Casa África. No habló del libro casi. Quería simplemente explicar sus motivaciones para viajar, poner cara a los inmigrantes y sus historias y repetir mensajes sobre la responsabilidad individual en el cambio personal y el cambio social, el consumo responsable, el respeto a los derechos humanos y el hecho probado de que "si callamos ante las injusticias, un día las sufriremos".
Mamadou Dia explicó que, en el caso de Senegal, la atracción por Occidente se fragua ya en el colegio y el instituto, donde se aprende francés y se conoce Francia, a la que se llega a desear en poemas y otras referencias. Ese amor no correspondido y casi desesperado se aviva con la televisión y viene a estrellarse a las puertas de la embajada francesa en Dakar, donde pidió visado dos veces y le fue denegado. "Te recuerdan en un cartel a la entrada de la embajada que el cumplimiento de los requisitos para obtener un visado no es garantía de que lo consigas. Y que las tasas que pagas, si no te dan el visado, no te las van a devolver".
El joven Mamadou Dia decidió probar la aventura de la travesía por mar, lo consultó a su madre y ella le respaldó con un sencillo "escucha a tu corazón". Sin dinero para pagar su billete, se dirigió a parientes pescadores que se habían reconvertido en capitanes de cayuco y les buscó clientes para pagarse el billete. Así empezó una aventura que no ha puesto por escrito, porque todavía le pesa en ese corazón al que escuchó.
Dice que Europa no tiene derecho a hablar de invasiones después de invadir otros continentes, imponer la esclavitud o el colonialismo, destrozar culturas, familias y pueblos. También dice que tuvo una vida invisible, sin papeles, y otra visible y plena entre nosotros. En la invisible no le ayudó nadie, pero la visible está llena de amigos y hogares españoles. "Si no nos relacionamos, no sabemos lo que viven los demás. Tenemos que unirnos", apuntó Mamadou Dia. Y hablando suavemente, no mostró piedad con aquello que cree que no funciona en nuestro mundo.
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Sus llamamientos a la responsabilidad personal y a la conciencia colectiva se intercalaron con las denuncias: no se pueden defender los derechos humanos si se consumen productos de empresas que los pisan o se vota a quien los permite. Los inmigrantes son simplemente seres humanos con historias, con nombre, con cara, que buscan el desarrollo y todo lo bueno que se puede conseguir en este mundo. Gente que ha tomado la cruz más pesada sobre sus espaldas, cargando sobre ellas a familias, pueblos y países enteros.
Como repetía Teodoro Bondyale, su maestro de ceremonias, en el acto: "príncipes y princesas que llegan para reclamar su reino".

Más información:

Proyecto HaHaTay

Especial de 20 años de Inmigración en Canarias con artículo de Mamadou Dia

Comentarios

Por lo general a los inmigrantes no les gusta hablar de ellos mismos y de lo que han pasado, tanto les duele aún, hay que insistir mucho para que lo hagan y sacarles las palabras poco a poco y con paciencia; sin embargo, por el contrario, disfrutan hablando de lo que viven en la actualidad aunque lo hagan en pésimas condiciones, para ellos la posibilidad o ilusión de una vida mejor es motivo de alegría y euforia, absorbiendo todo los que les rodea, con todos los sentidos puestos en las novedades que les sorprenden pero que asimilan y gozan de ellas.
Por lo general a los inmigrantes no les gusta hablar de ellos mismos y de lo que han pasado, tanto les duele aún, hay que insistir mucho para que lo hagan y sacarles las palabras poco a poco y con paciencia; sin embargo, por el contrario, disfrutan hablando de lo que viven en la actualidad aunque lo hagan en pésimas condiciones, para ellos la posibilidad o ilusión de una vida mejor es motivo de alegría y euforia, absorbiendo todo los que les rodea, con todos los sentidos puestos en las novedades que les sorprenden pero que asimilan y gozan de ellas.

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Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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