"En nombre de Dios, ¡cese la represión!"
Esta entrada ha sido escrita porDaniel Izuzquiza,jesuita y jefe de redacción de la revista Razón y Fe.
Se cumplen 25 años desde que, el 16 de noviembre de 1989, fueran asesinados en el campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de San Salvador los sacerdotes jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Joaquín López y López, Amando López y Juan Ramón Moreno, junto con la señora Julia Elba Ramos, empleada doméstica, y su hija Celina Mariceth Ramos.
Coincide esa celebración con el anuncio, aún no oficial, de la posible beatificación de Monseñor Romero en el año 2015. El arzobispo de San Salvador fue asesinado en 1980 por el ejército de su país (como los jesuitas), mientras celebraba la eucaristía. Buena parte del pueblo salvadoreño y latinoamericano lo considera ya un mártir. Y se siguen escuchando sus palabras proféticas que desencadenaron su asesinato. A los militares les dijo: “En nombre de Dios, les ordeno: ¡cese la represión!”.
Como Romero, los jesuitas de la UCA son mártires de la justicia,porque dedicaron su vida a luchar por la justicia social, siguiendo los pasos de Jesús de Nazaret, en un contexto marcado por la injusticia estructural, la pobreza y la desigualdad. Elllacuría como filósofo y analista de la realidad. Martín-Baró desde la psicología social de la liberación. El sociólogo Segundo Montes desde la defensa de los derechos humanos. Joaquín López a través del movimiento de educación popular Fe y Alegría. Armando López desde el acompañamiento pastoral a las comunidades. El discreto Juan Ramón Moreno, centrado en la espiritualidad. Las dos mujeres, desde su trabajo humilde y silencioso, como tantísimas personas masacradas anónimamente.
Pero son también mártires de la injusticia. Décadas después de su asesinato, hay que seguir reclamando que se haga justicia. Dos años después de los sucesos, se condenó a algunos militares como responsables de la matanza, que fueron posteriormente amnistiados, y en ningún momento se juzgó a los responsables intelectuales de los asesinatos. Agotadas las vías jurídicas en El Salvador, el caso ha pasado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Audiencia Nacional española que, en el mes de octubre de 2014, acordó por unanimidad permitir que se siga investigandoestos asesinatos, tanto por terrorismocomo porcrímenes de lesa humanidad. Si ni siquiera en este caso, tan famoso y perfectamente documentado, se logra hacer justicia, ¿en qué situación de desamparo quedan las víctimas empobrecidas, a quienes el propio Ellacuría llamaba “el pueblo crucificado”? Lograr la justicia plena en el caso de los jesuitas de la UCA es una contribución imprescindible para una auténtica reconciliación y pacificación.
Los nuevos aires en el Vaticano, de la mano del papa Francisco, parecen abrir el camino para un reconocimiento de monseñor Romero y de los jesuitas (junto a otros miles de víctimas anónimas) como mártires santos. El pueblo hace tiempo que los ha reconocido como tales. 25 años es tiempo suficiente para hacer justicia con una vida entregada para luchar contra la injusticia.
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