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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

El viejo poder de las calles. Espacio público y movilización social

Cola de votantes en un colegio de Barcelona el 9N. La foto es de Alejandro Ruesga

Cuando empleamos conceptos como "movimiento social" o "movilización ciudadana" no siempre caemos en la cuenta de que estamos haciendo referencia no solo a un conjunto de acontecimientos políticos, sino a un hecho físico que implica movimientos, es decir traslados, cambios de lugar, desplazamientos siempre colectivos. En efecto, los movimientos y la movilizaciones se mueven, es decir implican actos materiales consistentes en que grupos numerosos de viandantes, hasta entonces desconocidos entre sí, hagan coalición para apropiarse de una determinada porción de espacio público, con el fin de hacer lo mismo, en el mismo momento y con una misma voluntad expresiva. Es decir, los movimientos y movilizaciones lo son al pie de la letra y en todos los casos implican la puesta en marcha de mecanismos de acción colectiva cuyo acto primero y elemental consiste en abrir la puerta, traspasar el umbral de la propia casa y bajar a la calle.

Se supone que vivimos en regímenes políticos basados en la democracia representativa, para la que el eje de la participación ciudadana se basa en el voto individual ejercido periódicamente. A su vez, se nos repite que la nuestra es una era dominada por formas de comunicación —telefonía móvil, internet...— que no requieren la presencia física de quienes hacen sociedad entre sí. En cambio, a pesar de ese dominio de formas de vida social y política fundamentadas en la iniciativa individual y en la desconfianza o el rechazo hacia cualquier forma de masificación, no hay semana en que, en un lugar u otro del mundo, estallen protestas sociales que impliquen la presencia de multitudes insolentes que hacen de la ocupación de la calle su instrumento fundamental de presión política. Recordemos lo sucedido en los últimos tres años en Reikiavik, El Cairo, Atenas, Estambul, Caracas, Kiev, Londres, Santiago de Chile, Nueva York, Madrid, Chicago, Bogotá..., hace apenas unos días en Hong-Kong; ahora mismo en diversas ciudades mexicanas. En ese sentido cabe reconocer que las viejas masas gozan de una excelente salud y continúan ahí, incordiando, para ser reconocidas como sujeto político central de cuyas reacciones depende casi todo, lo que también explica la no menos antigua agorafobia de todos los poderes, siempre temerosos ante lo que podrían hacer y han hecho otras veces muchedumbres contrariadas.

Es al respecto que merece la pena detenerse en el ejemplo bien significativo del proceso que es posible que haga de Cataluña un nuevo estado en el sur de Europa, un proceso del que la consulta celebrada el pasado domingo supuso el último acto, por el momento.

Al margen de lo que cada cual pueda juzgar al respecto, lo que no es discutible es que toda la dinámica que nos ha conducido hasta aquí y que concluyó por el momento este pasado fin de semana, ha tenido en la ocupación masiva de las calles de Barcelona y de todos los pueblos y ciudades de Cataluña. De hecho, se ha podido antojar que han sido las viejas masas las que han asumido el papel de locomotoras del todo proceso y que las instituciones y partidos políticos soberanistas no han tenido más remedio que seguir una energía social desencadenada de la que el escenario natural ha sido la ocupación al tiempo festiva y vindicativa del espacio público. En cuanto a las instancias que en apariencia han encabezado las movilizaciones, en realidad se han limitado a idear y organizar auténticas superproducciones de protesta, de las que la convocatoria del 9 de noviembre fue la última entrega, con decenas de miles de personas visibilizando su presencia en largas colas ante los puntos de votación y las urnas, deparando con ello un auténtico espectáculo cargado de significación política.

Es irrelevante ahora la opinión que nos hagamos del proceso que puede conducir a la independencia de Cataluña. Lo que se intenta poner de relieve es que, en este caso como en otros recientes oy lejanos, todo empezó ahí afuera, en ese espacio aparentemente banal al que salimos cuando dejamos atrás nuestros refugios, y probablemente todo culmine también allí. Una nueva evidencia de hasta qué punto continua vigente y vigoroso, por doquier, el viejo poder de las calles.

Comentarios

Homónimo.
Así que "multitudes insolentes" , "incordiando"...a ver si s enteran los del Totus Tus y te excomulgan.
Homónimo.
Así que "multitudes insolentes" , "incordiando"...a ver si s enteran los del Totus Tus y te excomulgan.

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