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Ahmad Abdulatif, escritor: “La religión es algo individual. Si eres musulmán y quieres ir a un bar o a la mezquita, vete”

El autor egipcio, máximo representante de la nueva literatura surgida tras el fracaso de la Primavera Árabe, habla sobre el pesimismo en su país y en el norte de África, y critica la utilización de la fe por el poder

Ahmad Abdulatif, escritor
El escritor egipcio Ahmad Abdulatif, el 28 de mayo en Madrid.Chema Caballero

El egipcio Ahmad Abdulatif (El Cairo, 46 años) es periodista y traductor. Ha traducido más de 40 libros del castellano al árabe. Además, como novelista, es considerado el máximo representante de la nueva literatura árabe que surge de los rescoldos de la Primavera Árabe. Tiene dos obras traducidas al español. La fortaleza de polvo (Relee, 2019, traducción del árabe de Covadonga Baratech Soriano). Y, más recientemente, El libro del escultor (Libros de las malas compañías, 2023, traducción del árabe de Rafael Rodrigo y Laura Salguero Esteban). Reside en Madrid desde 2015, sin romper con El Cairo, la ciudad que le da inspiración.

Pregunta. ¿Las Primaveras Árabes existieron o fueron un constructo de la prensa occidental?

Respuesta. Por supuesto que existieron. Ahí estuvimos manifestándonos y organizándonos para conseguir un cambio. Otra cosa es que fracasaran.

P. ¿Y en Egipto?

R. En Egipto había muchas ganas de cambio. Veníamos de 30 años de dictadura de [Hosni] Mubarak. Salimos a la calle. Nos manifestábamos en la plaza Tahrir. Y a pesar de la represión policial, conseguimos echar al dictador. Luego vino un periodo en el que los Hermanos Musulmanes accedieron al poder. Finalmente, [Abdelfatá] Al Sisi llegó y se quedó. Ahora, quizás, estemos peor que antes. Por eso digo que las Primaveras Árabes han fracasado.

P. Pero de ellas surgió una nueva literatura.

R. Así es. Desde principios de siglo la narrativa árabe había cambiado, centrándose más en la fantasía metafísica y mundos paralelos para describir, de otra forma, la sociedad y sus problemas. A partir de 2011, nos planteamos cómo será el futuro. Se nos presenta muy incierto. Hay bastante desilusión. Por eso, muchos autores recurren a la distopía, porque no saben qué es lo que va a pasar. Parece que el pesimismo se ha instalado entre nosotros.

P. En el mundo musulmán hay una lucha entre chiíes y suníes, liderada por Irán y Arabia Saudí, que está presente en muchos de los conflictos actuales, como en Yemen, por ejemplo.

R. No es una guerra de religión. Los creyentes no tienen problemas con estas cosas. Es una guerra por intereses económicos y estratégicos, como todas las guerras. Irán y Arabia Saudí chocan porque están cerca y sus intereses políticos y económicos se solapan. Y Yemen es una carta importante. La religión no se utiliza sino por parte de extremistas para exacerbar el conflicto. Nunca es la causa. Lo que está de fondo es la política.

P. En El libro del escultor usted critica el uso de la religión por el poder.

R. La revolución se enfrentó a dos poderes. El antiguo poder militar, que son los partidarios de Mubarak, que son los ricos del país; y también estaba en contra de los islamistas, de los Hermanos Musulmanes. Un grupo muy bien organizado con muchos partidarios que podían darle la victoria en las elecciones presidenciales. En ese momento de finales de 2011, cuando ya estaba claro que la revolución y los jóvenes que reivindicaban un país moderno habíamos fracasado, me vino la idea de este libro. Una crítica a la manipulación de la religión. Yo creo que la religión es algo individual. Si eres musulmán y quieres ir a un bar, vete. Si eres musulmán y quieres ir a la mezquita, vete. Pero nadie tiene el derecho a preguntar qué haces. Sin embargo, en ese momento, de repente, apareció la religión como una censura que quería decirnos lo que tenemos que hacer en cada momento en nuestra vida personal.

Durante las Primaveras Árabes, los escritores estábamos en contra de los dos bandos, el del poder militar y el de los islamistas. Nos veíamos con las manos atadas

P. ¿Cómo se situaron ustedes ante esa realidad?

R. Muchos revolucionarios y muchos intelectuales y escritores estábamos en contra de los dos bandos, el del poder militar y el de los islamistas. Nos veíamos con las manos atadas. No sabíamos hacia dónde íbamos. Perdí la fe en el futuro. Habíamos salido de la estabilidad falsa del Gobierno de Mubarak para adentrarnos en la inestabilidad de unos años venideros. Entonces, me preguntaba: si ganan los militares o si ganan los islamistas, ¿dónde voy a quedar yo y las personas como yo? ¿Dónde va a quedar la clase media que está en contra de la manipulación de la religión y al mismo tiempo está en contra de los militares? Eso es lo que he intentado reflejar en el libro desde una visión muy pesimista: que estamos saliendo de una isla para llegar a otra totalmente semejante. Que vamos a hacer un círculo para volver, al final, a lo mismo, a donde estamos ahora en el año 2024 en Egipto. ¿Y ahora, a dónde vamos? ¿Estamos organizados para cambiar las cosas en un país en el que ni siquiera hay partidos políticos?

P. El libro del escultor narra también una nueva creación, como si algo nuevo surgiera.

R. Claro. Era la esperanza que mostraban las Primaveras Árabes. Y toda esperanza es un viaje, un camino que hay que recorrer y no sabes a dónde te llevará. Si vives en un lindo pueblo o en una ciudad pequeña, en la que todo el mundo te conoce, la gente no va a esperar que puedas hacer algo extraordinario. Eso lo puedes hacer cuando te ausentas. Cuando vas en un viaje de 5 o 10 años y vuelves contando lo que te pasó en el viaje. Si dices que has caminado sobre el agua, te van a creer.

P. El viaje es clave para el cambio, entonces.

R. Sí. Don Quijote de la Mancha es un viaje. Sin el viaje, él no haría nada y no habría una novela tan importante. Si se hubiera quedado en su pueblo, no tendríamos novela. No tendríamos algo extraordinario. No tendríamos Don Quijote. Y nuestra vida es también un viaje. Viajamos desde que nacemos hasta la muerte. Un camino que nos llevará hasta el final. Nunca conocemos el siguiente paso.

P. En El libro del escultor también hay un viaje.

R. Por supuesto. El escultor viaja de una isla a otra. Siempre hay un inicio, empezamos algo nuevo. Una nueva génesis. ¿Y cuál es el símbolo más grande en la historia humana? Adán y Eva. Su historia comienza con la creación, con el Paraíso. Y cuando al final mueren y están sepultados, empieza otra historia. Pasa igual con el mismo Dios que al principio era uno, pero estaba aburrido y por eso creó todo. Todas las invenciones del mundo han nacido del aburrimiento. Estamos aburridos, creamos esculturas, hacemos cine, etcétera. Todas las historias humanas están basadas en el aburrimiento. Había alguien que estaba aburrido y en ese momento comenzó a crear.

P. ¿Pasa lo mismo en su novela?

R. Es lo que le ha pasado al escultor, que es divino y humano al mismo tiempo. Estaba aburrido y, como Adán, necesita una Eva. Una Eva que lo vea, porque las otras criaturas que ha creado no lo pueden ver. Están hechas de otra materia. Él necesita una criatura que le entienda, que le escuche. Y la historia de Adán y Eva se mezcla con la de María y Jesús de alguna forma. Porque el padre de Jesús es un padre invisible. Según los musulmanes, Dios envió su espíritu al ángel Gabriel a soplar la vagina de María y de esa forma nació Jesús. Para los cristianos, Dios es el padre de Jesús. Al final no se sabe bien quién es el padre. Y, además, está también el diablo. En el libro hay tres hermanos, los tres son formas divinas y diabólicas. Esto nos indica que la realidad no es blanca o negra, sino gris. No hay un bien puro, pero tampoco un diablo puro.

Claro que existe la censura. Lo que pasa es que esta novela es una alegoría y los censores no la entienden

P. ¿Y diciendo estas cosas no teme a la censura tan omnipresente en su país?

R. Claro que existe la censura. Lo que pasa es que esta novela es una alegoría y los censores no la entienden. Esa es una de las ventajas del arte. Cuando haces arte, solo lo entienden los que les gusta el arte. Es una novela que está construida en planos. El primero es una historia muy simple, un escultor que viaja, que hace criaturas, esas criaturas pueden hablar y se mueven. Pero hay un segundo plano con muchas más interpretaciones que te llevan a entender qué es el Egipto moderno, qué es la obsesión con la religión en esa zona del mundo. Es un interrogatorio sobre adónde nos lleva el poder.

P. El libro del escultor genera más preguntas que respuestas. Es un libro que cobra su sentido una vez que se termina.

R. Creo que el escritor no tiene que presentar respuestas, sino proveer preguntas.

P. ¿Por qué?

R. No me agrada un novelista que se cree superior y está enseñando a los lectores qué es la fuerza, qué es la vida… Como los libros de autoayuda. El escritor debe llamar al lector a que comparta con él sus dudas, su vida, qué pasa en nuestro país, en nuestra cultura, en nuestra gente, por qué hay violencia. Juntos vamos desmenuzando los elementos de la realidad. Pero la realidad es muy grande y no se puede abarcar. Por eso yo la hago pequeña y al mismo tiempo, la convierto en una historia que puede suceder en cualquier país del mundo.

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