Monopolio
Se cumplen 25 años de la caída del muro de Berlín. Con la caída —aunque físicamente siga en pie como monumento a la libertad— de aquel Muro, la democracia invadió, como las aguas de aquella presa de la película Cuando ruge la marabunta,todo el este de Europa.
Fue maravilloso. Pero paradójicamente con la democracia comenzó a extenderse por el mundo otro muro, aunque invisible, mucho más ancho y largo que la Muralla China: la desigualdad, que separa cada vez más a pobres y ricos. Y no hablo sólo de la desigualdad entre el primer y el Tercer Mundo, sino también, y sobre todo, de esa desigualdad que se ha ido potenciando e incrementando entre los habitantes de las naciones más ricas de la Tierra.
Hoy, en estos países hay gentes que padecen hambre, como si del Tercer Mundo se tratase. Hoy hay familias, en ese primer mundo, con pobreza extrema y al mismo tiempo los ricos son, cada día, más ricos. Todo esto ha ocurrido no porque el liberalismo y el capitalismo sean sistemas económicos poco útiles o poco eficientes, todo lo contrario: son los mejores —diría que los únicos— para crear riqueza. Lo que ha ocurrido es que uno de los principios del capitalismo y del liberalismo que incide en la inoportunidad de los monopolios ha quedado instaurado, contradictoriamente en este sistema. La desaparición de las URSS dejó en manos del capitalismo el sistema económico mundial, sin alternativa, y por tanto el capitalismo se convirtió en un monopolio y, además, universal.— José María Lorente Hernandis.
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